Sartenes de cobre, joyas de oro y labios de carmín preludian el carnaval
Los vivos y brillantes colores, y sobre todo los repiqueteos de sartenes se adueñaron ayer de las calles de Donostia con la visita de los caldereros. Este festejo se celebra para anunciar, según recoge la tradición más extendida, la inminente llegada del carnaval.
Negros bigotes sobre la boca de ellos y un lunar sobre los labios de ellas, para emular a los caldereros que llegaban hasta Donostia siglos atrás desde la lejana Hungría. Alrededor de 350 personas participaron ayer en la comparsa tradicional de los caldereros donostiarras, recorriendo las calles de Alde Zaharra. La participación aumenta edición tras edición, no sólo en la comparsa, sino también en los desfiles que trazan su recorrido por los distintos barrios: ayer prácticamente ninguna zona de la ciudad se quedó sin sus caldereros. También se animó a participar por quinto año consecutivo la asociación Gehitu; partieron desde su sede en la calle Arrasate y recorrieron, a golpe de sartenes y cazuelas, el centro con el transformista Yogurinha Borova como Reina del desfile.
Con la llegada de la noche, la comparsa tradicional comenzó su recorrido por las calles más emblemáticas de la Parte Vieja. Fermín Calbetón, punto de partida de la compañía, era un hervidero de gente cargado de buen humor -éste último fue el rey absoluto de la noche-. Las ganas de pasárselo bien se veían reflejadas en las caras de los participantes y también en los espectadores que se amontonaban tanto en la calle como en los balcones, donde los vecinos, asomados, golpeaban con cualquier utensilio las barandillas para unirse al estridente ritmo.
De camino a la Plaza de la Constitución el número de espectadores fue creciendo, pues hubo a quien el desfile le «pilló» por casualidad y se quedó a mirar y disfrutar. Y es que la llegada a la plaza es para la mayoría el momento más esperado de la noche, precisamente allí asientan zíngaras y zíngaros el campamento gitano. Una vez en la plaza, la Reina y las Damas se asomaron al balcón de la antigua biblioteca para lanzar su discurso. Tal como manda la tradición, el papel de Reina de los caldereros lo desempeña un hombre, este año encarnado por el cocinero Martín Berasategi. Ataviado con femeninas prendas y una buena cantidad de maquillaje, repartió besos y saludos, flanqueado por sus dos Damas, José Ramón Mendizabal e Iñaki Fernández, respectivamente. Tras el mensaje real, los dantzaris de Kresala subieron al escenario para bailar las típicas danzas zíngaras.
Tras los bailes, los caldereros húngaros, como nómadas que eran, recogieron el asentamiento para terminar de recorrer el barrio entonando piezas expresamente compuestas para la ocasión por Raimundo Sarriegi. Estaba previsto que alrededor de la una de la madrugada, cuando las cacerolas de cobre ya han perdido su redondeada forma, dieron por concluido el desfile, que, según afirma la tradición más extendida, es el preludio de los carnavales.
«Arregla caldera...»
El etnólogo tolosarra Juan Garmendia ha investigado como pocos el origen del carnaval. Muestra sus dudas a la hora de establecer que «los caldereros llegaran a Donostia para anunciarlo», ya que «para cuando vienen los caldereros, en Leitza, Ituren o Zubieta ya se han disfrazado». Asimismo, indica que en Intza, un pequeño pueblo situado en el valle navarro de Araitz, el carnaval se celebraba antaño la víspera del día de Reyes, incluso el mismo 6 de enero. «El carnaval venía con el nuevo año, pero con el paso del tiempo se ha ido adaptando la celebración según ha convenido», comenta Garmendia.
En cuanto al origen de los caldereros, el etnólogo hace mención de las cazuelas de cobre que se utilizaban siglos atrás: «Para cocinar, también para hacer chocolate...todas las cacerolas eran de cobre, que de tanto usarlas, se deformaban. Existía para ello el oficio de los caldereros, y hay un dicho que reza «Arregla caldera, konpon y chocolatera»». Según cuenta Garmendia, hay constancia de que en el año 1.700 existían en Tolosa, al igual que en otras localidades, caldereros de oficio. Más tarde, comenzaron a llegar zíngaros desde Hungría buscando trabajo como caldereros. «Llegaban a los pueblos y preguntaban si había trabajo para ellos. Cuando terminaban, recogían el campamento, aunque volvían pasados unos meses», explica.
En Donostia, en el siglo XIX, se comenzó a «parodiar» a los zíngaros, imitando su manera de vestir, pertrechados con sartenes de cobre: «Sarriegi creó las canciones para el festejo. Desde entonces -precisa Garmendia- se ha extendido a más localidades esta costumbre que rememora aquellos tiempos remotos».
Oihane LARRETXEA