Xabier Mikel Errekondo I Alcalde de Usurbil
Una oportunidad para Usurbil, una oportunidad para Gipuzkoa
Incinerar es carísimo, es ineficaz, perjudica la salud y, encima, necesita cementerios para las cenizas tóxicas que producen los hornos. Para colmo, desincentiva el reciclaje
Soy un alcalde feliz. Para un alcalde no hay nada comparable a tomar la iniciativa para mejorar la vida de los vecinos y ver que es eficaz y compartida. La consulta que vamos a hacer en Usurbil los días 27 y 28 de febrero es la guinda de un pastel elaborado pacientemente entre todos los grupos municipales y los vecinos. El puerta a puerta (PAP) de Usurbil es un hecho portador de futuro. Es el punto de apoyo de una «hoja de ruta» que debe llevarnos a una Gipuzkoa sostenible. Por eso, pido una moratoria de seis años en la construcción de la incineradora de Zubieta.
El 16 de marzo el PAP de Usurbil cumplirá un año. A día de hoy gestionamos selectivamente el 82% de los residuos que generamos. El grado de pureza de las fracciones recogidas es muy alto: solo un 1%-2% de impropios para la orgánica y un 5%-10% para los envases ligeros.
Las incineradoras no son inevitables. Según algunas visiones interesadas, como los ciudadanos no se conciencian y los vertederos tienen los días contados por la legislación europea, hay que hacer incineradoras. La idea de que los ciudadanos no se conciencian es absolutamente falsa. La gente se conciencia y se implica de lleno cuando se comparte la información, se tienen en cuenta las opiniones y se toman decisiones colectivas. Es necesario un gran esfuerzo de comunicación directa y personal. No sirve el mando a distancia. En Usurbil casi el 77% de los ciudadanos se ha adaptado bien al PAP. Sólo el 12% manifiesta problemas. Y el 68% de la población apoya el PAP. Sólo hace falta que la administración se ponga a la altura de los ciudadanos. Este es el secreto del éxito de Usurbil.
El PAP es una «tecnología» excelente, barata y segura que nos permite evitar los dos extremos en el tratamiento de residuos: los vertederos y las incineradoras. Ambas soluciones son tóxicas para la salud. Seamos claros: la administración no puede perjudicar la salud de los ciudadanos jamás, y mucho menos cuando no existe ninguna necesidad. Los hospitales y las farmacias deben quedar fuera de cualquier hipótesis de trabajo. ¿Qué justificación moral puede tener atacar la salud de los ciudadanos sin intentar otras vías? El PAP, junto con otras medidas complementarias de reciclaje y compostaje, soluciona el problema de los residuos sin atacar la salud de los ciudadanos.
La incineradora tiene un presupuesto de 400 millones de euros, 65.000 millones de las antiguas pesetas. Esto es inaceptable, y lo es más aún en una situación de crisis económica. Para los municipios el PAP es más barato: los ingresos crecen por el aumento de la pureza y la cantidad de papel y envases ligeros recogidos; se crean puestos de trabajo en el municipio, etc. Es más, la inversión que se hace en la incineradora no contribuye a la economía local y es un lastre difícilmente asumible por las arcas municipales. Por otra parte, combinar adecuadamente reciclaje y compostaje ahorra más energía que la que produce una incineradora.
De hecho, las incineradoras son un cachivache energético: por ejemplo, reciclar las botellas PET de agua ahorra 26 veces más energía que quemándolas. Con el reciclaje se recupera cinco veces más energía que con la incineradora y se evita el impacto ambiental que genera la incineradora al obligar a «extraer» más materia prima. Las grandes ciudades tampoco escapan a esta lógica. San Franciso (EEUU) recicla ya el 72% de sus residuos gracias a un programa local de zero waste, basado en la recogida PAP. Por lo tanto, incinerar es carísimo, es ineficaz, perjudica la salud y, encima, necesita cementerios para las cenizas tóxicas que producen los hornos. Para colmo, desincentiva el reciclaje. El PAP, en cambio, produce toneladas de material reciclado y educación cívica gracias a la cuarta R: la responsabilidad.
Eso es lo que vamos a hacer en Usurbil los días 27 y 28 de febrero, a través de una consulta popular vinculante sobre la gestión de residuos. Sin embargo, no existe esta misma actitud en relación a la incineradora, a pesar de que 35.000 firmas han presentado una iniciativa legislativa en el Parlamento Vasco. La diputación de Gipuzkoa también vive de espaldas de los ciudadanos, según el reciente estudio de Gipuzkoa Sarean. El 44% de los guipuzcoanos no tiene ninguna confianza en la Diputación y el 41% se fía algo. Según el estudio, los ciudadanos piden un cambio en los valores que guían las políticas ac- tuales. Pienso que los valores dominantes en Gipuzkoa encajan perfectamente con el PAP, con el trabajo bien hecho en cada pueblo, en cada barrio. El efecto agregado de la pequeña escala distribuida es la pieza clave del futuro en Gipuzkoa, como ha sido siempre. Por todo esto, pido públicamente a la Diputación de Gipuzkoa una moratoria de seis años sobre la incineradora de Zubieta.
Una oportunidad, eso es lo que pido, no sólo para los usurbildarras, sino para todos los gipuzkoanos. Comparto con la Diputación una parte importante de su análisis sobre este problema, pero se han equivocado de tecnología. Nuestra mejor tecnología son los ciudadanos, y esta sí es una tecnología segura.
El ejemplo de Seattle (EEUU) puede servirnos, ya que su alcalde accedió a una moratoria e implementó un programa zero waste. Hoy Seattle recicla ya el 50% de sus residuos y el proyecto de incineradora sigue aplazado porque no es necesario. Allí todos los agentes siguen trabajando conjunta e intensamente con el mismo objetivo: reciclar, compostar y evitar la incineradora. Usurbil ya está en el 82%, y estoy seguro de que Oiartzun y Hernani también lo van a hacer bien. Paralelamente, pido también la adopción a escala territorial de un programa de reciclaje y compostaje, teniendo en cuenta que Gipuzkoa es una conurbación cuya escala posibilita un programa integrado con objetivo zero waste para el año 2020.
Reconozco que es la euforia por los buenos resultados de Usurbil la que me anima a pedir esta moratoria, pero también el terror de los vecinos sobre los efectos de la incineradora sobre su salud. Amamos nuestra tierra, amamos nuestras familias y amamos nuestro planeta. Estamos en el siglo XXI, es hora de cambiar las reglas de juego. Allá vamos.