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Raimundo Fitero

Erratas históricas

Barack Obama va perdiendo credibilidad segundo a segundo. Su sonrisa le valió para ganar uno de los premios Nobel de la Paz más infames. En Afganistán está bombardeando de manera indiscriminada, emprendiendo campañas de terror, cometiendo todos los errores políticos y militares de su antecesor en el cargo. Su lenguaje es claramente de halcón militarista. Todo lo hace en nombre de un gasto militar que mantiene una industria, que causa la muerte, el dolor y la destrucción y que moviliza al mayor imperio militar de la historia de la humanidad. Su Nobel de la Paz es una errata histórica descomunal, el definitivo descrédito de un premio agresivo, dinamitero. Una vergüenza universal. Y Obama sigue sonriendo porque lo único que le interesa es mantener el poder interno. Estamos ante un presidente más. La circunstancia de su origen africano ya ha sido amortizada. Su impericia lo dibuja con un futuro muy malo. Está entrando en su particular Vietnam.

Pero nuestras cadenas televisivas son acríticas con lo que pasa en Afganistán. Cuando los colonizados y ocupados responden se les llama con toda la cara dura “insurgentes”, y los de la cabra están en misión de paz, por decreto y porque la virgen del Pilar lo vaticinó. Es tan burda la manipulación y las mentiras que podrían provocar hasta risa. Insisten en disfrazar la verdad: están colaborando en una invasión norteamericana exactamente igual que en Irak. Pero todos callan con una complicidad malsana. Hablan de unas supuestas resoluciones de la ONU como coartada.

En medio de estas mentiras, aparecen otras campañas a partir de otra errata histórica. El excelentísimo (de momento) señor don Baltasar Garzón puede acabar sentado en un banquillo de acusado en un juzgado y suspendido de sus funciones judiciales inabarcables. Tiene varios frentes abiertos y se le defiende desde la demagogia y el oscurantismo. Prietas las filas con este juez que tantas muestras ha dado de utilizar sus considerandos como le venía en gana, con tanto afán de notoriedad y que si se mira a fondo su labor, tanto daño ha hecho a la democracia, a la justicia y a la credibilidad de las instituciones. Lo de ahora es una anécdota.
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