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Anjel Ordóñez Periodista

«Divide et impera»

Se atribuye a Julio César la conocida frase «Divide et impera», que en el acervo popular ha persistido a lo largo de los siglos como «Divide y vencerás». No está demostrado que la sentencia llegase a salir de los labios del célebre romano, y, desde luego, no consta en parte alguna de su legado escrito. Sin embargo, algunos estudiosos vinculan el aforismo de forma especial a la batalla de Farsalia, donde César consiguió doblegar de forma casi milagrosa a su más encarnizado enemigo: Pompeyo. En campo abierto, César enfrentó siete mermadas legiones, con apenas 2.750 legionarios cada una, y una débil caballería, contra la imponente fuerza del general romano, que reunió once legiones bien pertrechadas y conformadas por 4.000 almas cada una, y una poderosa caballería de 7.000 jinetes. Contra todo pronóstico, el desigual choque se saldó con una aplastante victoria de Julio César y más de 15.000 cadáveres del confiado ejército pompeyano regando con sangre una amplia llanura de la moderna Farsala, en Grecia.

¿Cómo logró Julio César tamaña victoria? Mediante una hábil combinación de estrategia y estratagemas con la que logró dividir las filas enemigas para así aplastarlas, por separado y sin piedad, a pesar de contar desde el inicio con un número muy inferior de soldados -muy valerosos, eso sí- y una caballería ridícula. Eso es, al menos, lo que cuenta la historia.

Dos mil años después, y a pesar de la evolución del pensamiento y del desarrollo tecnológico, el «divide et impera» sigue articulando la columna vertebral de las estrategias para dominar y subyugar al enemigo, que se utilizan de forma especialmente refinada desde el poder. Los oscuros aparatos del Estado han perfeccionado esta técnica a través, principalmente, de su combinación con tácticas goebbelsianas y han alcanzado elevados niveles de sofisticación basados en la intoxicación, la mentira y la manipulación. Y no por evidentes, estas técnicas dejan de ser potencialmente efectivas. Sólo la firmeza y la claridad de ideas que no tuvo Pompeyo garantizan a los oprimidos una vacuna eficaz, mientras cada uno espera la llegada de sus particulares idus de marzo.

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