Raimundo Fitero
Richter
La escala Richter para medir la intensidad de los terremotos forma parte de nuestro imaginario cotidiano y no tenemos ni la más remota idea de lo que significa ni qué fuerzas son las que mide o le da nota. Ahora es Chile la que ha soportado uno de esos fenómenos cíclicos destructivos que borran los vestigios. Pero las noticias nos hablan de una intensidad de ocho coma ocho, lo que entendemos, sin conocimiento, que es algo muy fuerte. Y nos aseguran, acompañando a estas estadísticas, el tiempo que duró el movimiento de tierras, el encontronazo de las fallas, y entendemos que cada segundo vivido en esa situación sean experiencias de años, que el cerebro y las vísceras funcionen consumiendo energía que no se corresponde con ese espacio de tiempo. Si duró más de un minuto, la cuestión supera a cualquier noción de la intensidad del tal Richter y se convierte en una pesadilla. El terror.
Desde la televisión, la radio, internet y prensa escrita, vamos recomponiendo un nuevo capítulo de la desgracia provocada por una reacción espontánea de la naturaleza. Mientras cerrábamos las ventanas para que los vientos huracanados no nos movieran los visillos, sucedía en la otra parte de la tierra esa barbaridad destructiva. Y para sacar urgentes lecciones, y como nos aseguran que ha sido bastante más violento que el sucedido hace mes y medio en Haití, empezamos a entender que la pobreza es coautora necesaria de la muerte en estas circunstancias. Van apareciendo muertos, a la hora de escribir estas líneas son más de trescientas, pero las autoridades chilenas han mostrado una entidad ejemplar. Son el equipo de gobierno saliente, pero han sabido transmitir serenidad, eficacia, preocupación, sin mentiras, ni aprovechando la coyuntura para subirse a las demagogias, y lo que más ha sorprendido ha sido la declaración de un ministro pidiendo que se espere unos días para mandar ayudas internacionales. Primero ver cómo está la situación, hacer recuento, y entonces solicitar exactamente lo que es necesario. O sea, van a impedir esa exhibición impúdica de voluntarios, oenegés, periodistas y politicastros que se apuntan a un terremoto para sacar tajada mediática.