Belén MARTÍNEZ Analista social
Entre lo prescrito y lo real
Cuando parecía que las marcas de género pasarían a desempeñar un rol menos determinante en los procesos de socialización, una corporación consagrada a la promoción de un determinado canon estético, valiéndose del testimonio de una de sus clientas, insufla ánimos a quienes defienden una única identidad femenina, fija, estable e irrenunciable.
Sandra considera que los senos de una mujer «son símbolo de feminidad y sensualidad». Piensa que, para su profesión, «es importante tener pecho, puesto que va a reforzar su autoestima y su confianza». Sandra opina que la operación de aumento de pecho le hará sentirse «más mujer». Como probablemente se sentirían Mae West y la estanquera de «Amarcord». ¿O era la mirada de los soldados y la de Fellini, la que les hacía sentirse «más mujeres»?.
La industria vinculada a la transformación estética produce género. Publicitando un único modelo de cuerpo femenino (un cuerpo prescrito e ideal), no hace otra cosa que vehiculizar las representaciones de género, moldeando el imaginario de jóvenes y adolescentes y contribuyendo a construir una identidad que se adhiera a la norma que preconiza y rige en esa industria.
Debemos mantenernos en estado de alerta permanente para contrarrestar estos mensajes, ya que, cuando creíamos que habíamos avanzado un buen trecho, reaparece, como un enigma insondable, la versión humana de Barbie esponsorizada por una industria del canon de belleza convertida en auténtica fábrica del género, con sus normas, sus representaciones y sus sistemas de organización y pertenencia. Sin oscilación ni singularidad. Como si otra belleza no fuera posible.