Veinte años, la edad en la que todo es posible, son los que tiene el eslovaco Peter Sagan, benjamín del pelotón de la París-Niza y con una timidez que no le ha impedido inscribir su nombre entre los más jóvenes ganadores de una gran carrera.

Comenzó en el ciclismo montando en mountain bike a los nueve años. «Mi hermano mayor, Juri, ganaba carreras, y mi padre me dijo «ve con él». Al cabo de tres años ya tenía suficiente, pero mi familia me animó. Sin Juri no estaría aquí», explicaba ayer.

En juniors destacó en todos los mundiales. Fue campeón en BTT, plata en ciclo-cross por detrás del francés Arnaud Jouffroy y cuarto en la prueba de fondo en carretera.

El año pasado repartió su tiempo entre la bici de montaña y la de ruta, pero ya se ha resignado a consagrarse a esta última especialidad, después de firmar su primer contrato profesional con Liquigas. «Es el único equipo que me hizo una propuesta», aunque realizó «un test con Quick Step hace dos años». Reside cerca de Venecia, concretamente en San Dona di Piave, localidad natal del ex corredor Moreno Argentin. Comparte vivienda con un compañero de equipo, el polaco Maciej Paterski (23 años).

Preguntado por su calendario, apuntó que tras la París-Niza correrá las vueltas a Turquía y Colorado. Las grandes todavía quedan fuera de su calendario. Todavía está descubriendo a una élite de corredores a la que hace poco veía a través de la pantalla.

Caso del estadounidense Lance Armstrong, con quien coincidió en el Tour Down Under de Australia: «Me acuerdo de haberle visto por la tele cuando yo era pequeño, hace diez años».