La segunda oportunidad para un director de orquesta caído en desgracia
«El concierto»
París ha sido el segundo hogar de muchos refugiados, y entre ellos artistas que no admitieron la tutela de la antigua Unión Soviética. El rumano Radu Mihaileanu traslada su propia experiencia personal a la figura imaginaria de un director de orquesta del Bolshoi, al que Brezhnev apartó de su cargo por defender a un grupo de músicos judíos. Treinta años después conseguirá su revancha musical volviendo a digirir a sus viejos colegas despedidos en el teatro Châtelet.
M.I. | DONOSTIA
Radu Mihaileanu no parece haberse inspirado en ningún personaje concreto para crear a su director de orquesta Andrei Filipov, pero toma elementos de músicos conocidos de la antigua Unión Soviética, como el compositor Dimitri Shostakóvitch. A diferencia de lo que le ocurre al imaginario Filipov, que es retirado por Brezhnev de su cargo al frente de la Orquesta del Bolshoi tras defender a un grupo de músicos judíos, el verdadero Shostakóvitch fue respetado por el régimen gracias a su enorme prestigio internacional, sin que las diferencias internas fueran expuestas en público.
«El concierto» sigue el esquema de comedia coral que tan bien le funcionó al cineasta rumano en «El tren de la vida», por lo que la persecución política al protagonista es trasladada a una caricatura humorística. El defenestrado Filipov sigue trabajando en el Teatro Bolshoi, pero lo hace como empleado de la limpieza. El ocuparse de dar brillo al mobiliario del despacho le da oportunidad de acceder a información relativa a un contrato con el Teatro Châtelet de París, oportunidad que no deja escapar para reunir a sus viejos colegas suplantando a los miembros de la orquesta titular.
La sátira se extiende a las diferencias culturales, ya que los músicos judíos deberán contactar con unos instrumentistas callejeros gitanos para completar el cupo de concertistas. Nada más aterrizar en París se enfrentarán con su exotismo a cuestas al snobismo de la clase intelectual de la ciudad, hasta lograr vencer sus prejuicios y emocionarles con el concierto para violín de Tchaikovski, que ocupa la media hora final y constituye el climax de la película, haciendo las delicias del público melómano. El cinéfilo disfrutará igualmente, porque la solista es encarnada por la Mélanie Laurent de «Malditos bastardos».
Dirección: Radu Mihaileanu.
Guión: Radu Mihaileanu, Matthew Robbins y Alain-Michael Blanc.
Intérpretes: Alexei Guskov, Mélanie Laurent, Miou-Miou, François Berléand.
País: Rumania; 2009.
Duración: 119 minutos.
Radu Mihaileanu salió de Rumania huyendo del régimen de Ceaucescu, para cursar estudios de cine en el IDHEC de París. Debutó en 1993 con «Trahir», sobre la disidencia intelectual en su país. Luego ha dedicado su obra posterior a los judíos en el mundo, mediante el impulso del éxito internacional conseguido con «El tren de la vida», que daba una visión satírica del holocausto y la lucha contra el nazismo. Su mejor realización hasta la fecha es «Vete y vive», ganadora del Premio del Público en la Berlinale. Es una insólita divulgación de la existencia de los «falashas», etíopes admitidos en Israel por su origen bíblico. Mikel INSAUSTI.