Otra magna producción épica que se estrena recortada
«Acantilado rojo»
«Chi Bi» ha podido verse en el mercado asiático en dos partes de dos horas y media cada una, las cuales han sido refundidas en una única película para la versión occidental, con lo que por el camino se han perdido casi tres horas de película. Así es muy difícil comprobar si la mayor inversión del cine chino luce en la pantalla o si John Woo se ha superado.
Mikel INSAUSTI | DONOSTIA
Si Ang Lee se ha adaptado al cine de Hollywood es porque su versatilidad le permite abordar cualquier género, incluso el western cien por cien norteamericano. John Woo lo ha tenido siempre más complicado debido a que lo suyo es el cine de acción. Los ejecutivos de los grandes estudios están hoy en día más preocupados por la calificación por edades, así que a falta de thrillers para adultos, Woo no encuentra vehículos para plasmar su particular estética de la violencia, tal como sí pudo hacerlo en Hong Kong, donde, por extraño que parezca, es más fácil homenajear a Sam Peckinpah que en su propio país de origen.
Ante tan poco estimulante perspectiva estaba más que cantado que John Woo acabaría regresando a China. Allí ha podido conseguir la producción que quería, contando exclusivamente con capital asiático, hasta reunir los 80 millones de dólares que han convertido a «Chi Bi» en la película más cara de la historia del cine chino.
Pero el cineasta hongkonés se ha vuelto a topar con Hollywood de cara a la distribución en el mercado occidental. Ninguna compañía estaba dispuesta a estrenar las dos partes originales que completan una duración aproximada de cinco horas, menos aún en su versión china con subtítulos. Y lo que han hecho es resumir el díptico en una sola película de dos horas y media, con una introducción en inglés, mediante una voz en off que va explicando todo aquello tan difícil de entender por culpa de los cortes. Para nosotros, eso se traduce en una versión doblada al castellano, que todavía es más reducida y está más cerca de las dos horas.
Y encima, los distribuidores locales se quejarán una vez más de que la gente prefiere bajarse de internet las dos partes de «Chi Bi», porque de lo contrario se van a perder secuencias enteras, como la de la espectacular caza del tigre. Por no hablar de los saltos y elipsis que hacen prácticamente incomprensible el montaje internacional, teniendo en cuenta el hecho añadido de que el espectador occidental desconoce el tradicional drama épico chino en que se basa la película, con las dificultades que ello conlleva para identificar a los muchos y confusos personajes históricos.
El romance de los Tres Reinos
Pese a contar con el dinero necesario, para John Woo no ha sido nada sencillo poner en pie un proyecto de estas dimensiones. La producción de «Chi Bi» comenzó a gestarse hace seis años, pero el tiempo se le echó encima porque las autoridades chinas deseaban que estuviera lista para los Juegos Olímpicos de Pekín, en el verano del 2008. La necesidad de terminar a tiempo se iba a convertir en una carrera de obstáculos contra el reloj, debido a que «El romance de los Tres Reinos» está considerado como el gran drama épico nacional, y no puede ser tratado de cualquier manera.
Nada más conocerse las líneas generales del guión cinematográfico, comenzaron a arreciar las protestas por su falta de fidelidad histórica, cuando lo cierto es que ni los propios chinos se ponen de acuerdo sobre el lugar exacto donde sucedió la batalla del Acantilado Rojo, siendo varias las localidades que se disputan el honor.
La cuestión es que los historiadores sitúan los hechos hacia el año 208, durante la dinastía Han, pero no fueron novelados por Luo Guanzhong hasta el siglo XIII. A nadie escapa en China que el autor de «El romance de los Tres Reinos» se permitió adornar los episodios bélicos con tal de transformar en héroes míticos a algunos de los que pudieron participar en ellos.
John Woo no ha hecho otra cosa que trasladar esa inventiva al concepto de cine-espectáculo, concentrándose en la puesta en escena de las batallas, sin que los detalles sobre los verdaderos protagonistas importen tanto. Para el diseño de la famosa batalla final del Acantilado Rojo hubo que construir un monte donde no lo había, ya que el rodaje a orillas del Yangtsé representaba serios problemas de logística, teniendo en cuenta que el trazado del río y sus acantilados ha cambiado, como toda la orografía del lugar, desde hace dos mil años.
Cambios en el reparto
Todos los directores que se enfrentan a la filmación de una gran producción épica tienen asumidos los riesgos que corren. Los accidentes tenían que llegar y llegaron, aunque con el coste no deseado de una vida humana. Un extra falleció y otros seis resultaron heridos durante el rodaje de la batalla naval, en la que los estrategas de los dos reinos menos poderosos se las tienen que ingeniar para vencer a los ejércitos del emperador, para lo que provocan el incendio de su flota enviando hacia ellas naves ardiendo a favor de viento. La dirección del viento cambió y los técnicos de efectos especiales no pudieron controlar el fuego.
El accidente fue inevitable, pero con lo que no contaba John Woo era con la oposición del público chino a su elección del reparto. Había pensado en primer lugar en el veterano actor japonés Ken Watanabe, pues no en vano la escenografía bélica se inspira en parte en las que el maestro Kurosawa utilizó en «Ran» o «Kagemusha». No pudo ser, dado el rechazo que provocó la idea de un nipón interpretando a un héroe chino. Tampoco podía imaginar el cineasta hongkonés que le iba a fallar su actor talismán, aquel Chow Yun-Fat al que lanzó internacionalmente y le debería estar eternamente agradecido por ello. La estrella, en cambio, no se siente en deuda, ya que puso tales exigencias en su contrato que fue imposible aceptarlas para el productor Terence Chang, colaborador desde siempre de las películas que unieron al director y su intérprete.
A John Woo ya sólo le quedaba recurrir al otro actor predilecto de los buenos tiempos, el Tony Leung al que dirigió en «Una bala en la cabeza» o «Hard Boiled», y éste aceptó finalmente por comprender la delicada situación. Tony Leung encarna en «Chi Bi» el triunfo de la inteligencia frente a la fuerza. Su papel de Zhou Yu, un estratega al servicio de uno de los dos reinos pobres que se las tiene que ingeniar para vencer al poderoso ejército imperial, compuesto por casi un millón de soldados. Es, por decirlo de alguna manera, el Leónidas de los espartanos que lucha contra la invasión persa en el Paso de las Termópilas.
Quien aparece al mando de las numerosas tropas rivales es Cao Cao, majestuosamente personificado por el gran actor Zhang Fengyi («El emperador y el asesino», «Adiós a mi concubina»). Es el primer ministro que, por medio de una campaña bélica marcada por la superioridad numérica, pretende unificar el territorio chino dividido en tres reinos bajo su supervisión. Lo curioso es que la empresa militar lleva asociada consigo, como en los mejores poemas épicos clásicos, una conquista amorosa. Una debilidad que también será utilizada por los valientes que acabarán derrotándolo, tras sobrevivir a las batallas, el clima adverso, las plagas y demás obstáculos superados con coraje y astucia.
John Woo nunca dio en Hollywood la medida que de él se esperaba, salvo en «Cara a cara», la única de las producciones sobre la que pudo ejercer un cierto control. Ese título sí recuerda a su particular renovación del cine negro hecho en Hong Kong, cuando admiradores suyos como Tarantino convirtieron en piezas de culto a «A Better Tomorrow», «The Killer» o «Hard Boiled», que de paso lanzaron internacionalmente al actor Chow Yun-Fat. El camino hasta llegar a su etapa dorada tampoco fue fácil, porque tuvo que empezar trabajando para Saw Brothers en cintas de artes marciales protagonizadas por Jackie Chan. M.I.