El cine postholocáustico o apocalíptico está de moda, pero se trata de un género que no permite muchas variaciones argumentales, por lo que unas películas se parecen a otras. Como quiera que el estreno de «The Road» está todavía muy reciente, a «El libro de Eli» le van a llover las comparaciones con la adaptación de la novela de Cormac McCarthy, pero también se le pueden buscar otras tantas analogías con «Mad Max». Sin embargo, lo que distingue a la propuesta de los gemelos Hughes de otras similares es su querencia por el western bíblico o redencionista. Eli es como aquellos pistoleros del Viejo Oeste que llevaban un revólver en una mano y la Biblia en la otra. Por si al espectador le pudiera quedar alguna duda la respecto, una y otra vez el protagonista manifesta que se dirige hacia ese punto cardinal. Asimismo se puede oír a un secundario silbar una melodía de Morricone, en homenaje al cine de Sergio Leone.

Los Hughes ruedan las escenas de acción al modo clásico, con la cámara fija y sin recurrir a los cortes del montaje, para que el aspecto general de las situaciones sea más realista. Es por ello que la actuación de Denzel Washington resulta más meritoria, toda vez que ya no es ningún jovencito y su entrega física es de admirar.

Pero la tendencia a no apurar las tomas y a no darle más trabajo al montador se vuelve en última instancia contra la película, debido a que los Hughes alargan innecesariamente el metraje, sobre todo en la parte final. Tal vez deberían regresar al cine independiente en el que se dieron a conocer con mayores bríos, pues no terminan de encontrar su sitio en el cine comercial. Dentro de un año nadie se acordará de «El libro de Eli», y eso no es bueno.