Xabier Silveira Bertsolaria
Absurda democracia (1)
Los que estamos convencidos de que a Jon Anza lo mataron ellos, los mismos que mataron a tantos otros, seremos encarcelados en caso de que lo digamos. Por consiguiente, me sobra el resto de columna
Los que pensamos que la democracia es el peor de los sistemas organizativos que se haya puesto en práctica nunca, la palabra que más sangre hace derramar y la mayor de las falacias, estamos de luto oral. No podemos hablar. Democracia en estado puro. Los que estamos convencidos de que a Jon Anza lo mataron ellos, los mismos que mataron a tantos otros, seremos encarcelados en caso de que lo digamos. Por consiguiente, me sobra el resto de columna. Pero como mis amigotes responsables de este apartado de opinión ni por asomo permitirían que se publicara este recuadro en blanco, a ver qué diantres os cuento yo hoy.
Hablemos de democracia, qué carallo, que hablar de lo abstracto siempre depara sorpresas y risas.
La democracia parece ser, leyendo en Wikipedia, una y trina, todopoderosa a su vez. «La democracia se define a partir de la clásica clasificación de las formas de gobierno realizada por Platón primero y Aristóteles después, en tres tipos básicos: monarquía, aristocracia y democracia (gobierno de la multitud para Platón y `de los más', para Aristóteles). Hay democracia directa cuando la decisión es adoptada directamente por los miembros del pueblo. Hay democracia indirecta o representativa cuando la decisión es adoptada por personas reconocidas por el pueblo como sus representantes. Por último, hay democracia participativa cuando se aplica un modelo político que facilita a los ciudadanos su capacidad de asociarse y organizarse de tal modo que puedan ejercer una influencia directa en las decisiones públicas o cuando se facilita a la ciudadanía amplios mecanismos plebiscitarios». Qué bonito suena ¿verdad?
Seguimos hurgando en la enciclopedia libre -se censuran entradas igual que se publican- Wikipedia, y podemos hallar frases de personajes que no pueden dejar indiferente a nadie. Bueno sí, al buen demócrata. Decía el gran Eric Hobsbawm (conocido por todos, huelga decir quién fue) que «en general (a la democracia) se la usa para justificar las estructuras existentes de clase y poder: ustedes son el pueblo y su soberanía consiste en tener elecciones cada cuatro o seis años. Y eso significa que nosotros, el gobierno, somos legítimos aún para los que no nos votaron. Hasta la próxima elección no es mucho lo que pueden hacer por sí mismos. Entretanto, nosotros os gobernamos porque representamos al pueblo y lo que hacemos es para bien de la nación» (Aquí van las risas). Parece que sabe de lo que habla.
Y también sabía de qué hablaba Mandela cuando dijo lo siguiente: «Si no hay comida cuando se tiene hambre, si no hay medicamentos cuando se está enfermo, si hay ignorancia y no se respetan los derechos elementales de las personas, la democracia es una cáscara vacía, aunque los ciudadanos voten y tengan parlamento». Y para que quede claro lo que no os intento decir, aunque lo desee, el filosofo Hussein Nasr pone la última rima de mi primer verso: «en la actualidad la palabra democracia se ha convertido en un eslogan; quien nos gusta es democrático y a quien no nos gusta lo tachamos de antidemocrático». El pueblo palestino, en elecciones libres supervisadas por la ONU, eligió a Hamas para que lo gobernara. Pero Occidente rechazó ese resultado y alegó que era antidemocrático.