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Eszenak

El Bolshoi se frivoliza con una opereta repleta de alegría de vivir

Vestidos de noche, pieles y lujosos baños con champán a bordo de un barco que se hunde: el siempre tan circunspecto Bolshoi se ha desmadrado con el «Murciélago» de Johan Strauss hijo, una ópera cómica que rebosa humor e ingenio, energía y alegría de vivir, y que ha sido puesta en escena por vez primera en uno de los teatros más famosos de Rusia.

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Olga NEDBAEVA | MOSCÚ

El sueño del músico Mstislav Rostropovich de ver montada esta obra en el templo ruso del clasicimo se ha hecho realidad en una puesta en escena del joven Vasily Barkhatova (26 años). El estreno de este «Murciélago», que retrata a la burquesía «degenerada y que observa con interés su propia depravación» tuvo lugar la noche del pasado miércoles. «Esta obra se ha interpretado tradicional en Rusia de manera bastante horrible en los teatros musicales de provincias», se lamentaba el director durante el ensayo general. Él lo que buscaba con esta nueva versión era enseñar al público otra versión de esta obra «postmoderna y muy complicada».

El director artístico del Bolshoi, Leonid Dessiatnikov, confesaba que él mismo había abandonado su propio «esnobismo», después de haber escuchado de nuevo «esta música, de una frescura y una pureza sorprendentes. La opereta siempre ha irritado a los intelectuales, que, al mismo tiempo no podían escapar al irresistible encanto de lo vulgar», declaró.

La acción se desarrolla en un crucero bautizado Strauss y poblado de personajes chics, vestidos por el diseñador Igor Tchapourine, el preferido de la nueva burguesía rusa. A lo largo de la fiesta que da el conde Orlovsky, un travesti rompe las botellas sobre las cabezas de los criados. Todo está permitido. Los huéspedes podrán coquetear, desvestirse, besarse con los trabjadores que van a limpiar de la piscina llena de champán... Cuando la locura alcanza su apogeo, los candelabros comienzan a balancearse y los peces aparecen detrás de las ventanas: el barco se hunde.

Vasily Barkhatova dice que se ha inspirado en los burgueses «milaneses y vieneses de los años 70, que sabían tocar fondo después de quince copas de champán y recuperarse luego como si no hubiese pasado nada. Es un espectáculo acerca de la dolce vita. Todo el mundo sueña con encontrarse un día a bordo de un barco y vivir una vida sin preocupaciones», resume Zinovy Margolin, creador de la escenografía.

Los cantantes se muestran encantados de su incursión en este género, que les obliga a cantar, hablar alemán y moverse continuamente. «La parte más difícil fue la coordinación de los brazos, las piernas y la cabeza», reconoció Elchin Azizov, quien interpreta al Murciélago.

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