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Dejar legados en manos de UPN es un riesgo

No son pocos los admiradores de la obra de Jorge Oteiza que lamentan la decisión de dejar su obra en manos del Gobierno navarro viendo la escasa proyección dada al museo de Altzuza que la cobija. Evidentemente, el problema no es el Ejecutivo navarro per se, sino sus gestores actuales. El ejemplo puede repetirse ahora con el patrimonio del carlismo. Como cabía temer, en el museo inaugurado ayer en Lizarra el Gobierno de Miguel Sanz ha efectuado su particular relectura de este importante movimiento que pudo cambiar la historia de este país: ha priorizado las fases y características ideológicas más próximas a las de UPN y ha excluido directamente las etapas e ideas que han hecho del carlismo, en ciertos momentos, una fuerza crítica.

Es lógico, y progresista, apostar por que las instituciones públicas gestionen estos legados históricos y culturales. Pero esta regla general tiene su excepción en Nafarroa, donde su gobierno lleva años de combate ideológico diario contra su propio ser. Basta recordar la situación del patrimonio por excelencia, el euskara, que no sólo no es explotado como merece, sino atacado a diario. Y la medida preventiva también vale para el quinto centenario de 1512, para el fuerte de Ezkaba... Encomendar a UPN cosas tan sensibles, aunque sea con buena voluntad, es encargar al zorro que cuide el gallinero.

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