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Atentados en el metro de Moscú

El Kremlin anuncia otra vuelta de tuerca en la represión en el Cáucaso

Más madera. Así se puede resumir la reacción del Kremlin, que apeló al «honor» de la Policía para encontrar a los planificadores de los atentados, anunció un endurecimiento legal y represivo y evocó incluso la restauración de la pena de muerte. Medidas todas ellas que lleva practicando, «de iure» y «de facto», en los últimos once años y que no han impedido -según muchos han alentado- que dos mujeres se inmolaran y llevaran el infierno al metro de Moscú.

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GARA | MOSCÚ

El primer ministro ruso, Vladimir Putin, ordenó «rastrear las alcantarillas» para encontrar a los organizadores de los atentados del metro de Moscú, cuyo balance se eleva ya a 41 víctimas mortales tras el deceso de una mujer gravemente herida. «Los cómplices y los organizadores se han escondido y es una cuestión de honor sacarles a la superficie», señaló en televisión.

El Senado ruso estudiará la restauración de la pena de muerte a los condenados por atentados con gran número de personas muertas.

Moscú decretó en 1996 una moratoria sobre la pena de muerte, vigente para delitos de «terrorismo», cumpliendo una condición impuesta por el Consejo de Europa para aceptar a Rusia en su seno. «Pero si ocurren crímenes tan horribles como éste, debemos proponer otro castigo penal, para que la gente que planee un atentado sepa lo que le espera», señaló Anatoli Liskov, de la comisión de Justicia y Asuntos Legales.

El presidente ruso, Dimitri Medvedev, se sumó al coro al anunciar un endurecimiento de la legislación «antiterrorista» y exigir la «mejora de la coordinación» entre los distintos cuerpos represivos instalados en el Cáucaso, como el servicio secreto (FSB) y las tropas del Ministerio de Interior.

Sorteando las críticas

Medvedev trata así de sortear las críticas de parte de la prensa rusa, que acusa de negligencia a las Fuerzas de Seguridad cuando no denuncia el fracaso de la política seguida en los últimos años en el Cáucaso Norte.

El diario «Kommersant» informaba ayer de que la Policía tenía información sobre que se iban a cometer atentados y que detuvo a decenas de mujeres caucásicas en el metro desde que abrió sus puertas, dos horas antes de la primera explosión.

La corrupción policial es una lacra que ha quedado en evidencia en los últimos años bajo la forma de sobornos pagados por la insurgencia caucásica para sortear controles de seguridad.

Situación en el Cáucaso

Diarios como «Vedomosti» y «Vremia Novostei» van más allá y denuncian el fracaso de la guerra contra el irredento Cáucaso. Todos los endurecimientos legales y medidas tomadas hasta ahora «no han impedido el retorno de los terroristas a Moscú», denunciaba el editorial de «Vremia Novostei».

Ello puede explicar el intento del Kremlin de airear el fantasma de Al Qaeda tras los atentados de Moscú.

Por contra, Medvedev instó a mejorar las condiciones de vida en el Cáucaso. Recordó que, en todo caso, «a los terroristas los exterminamos y seguiremos exterminándolos». Medvedev conjuga así el continuismo represivo de su antecesor con su «defensa de la modernización», que a su juicio pasa en el Cáucaso, entre otras cosas, por «acabar con el sistema de clanes» y apuntalar al Estado ruso.

Un Estado que, lejos de solucionar el problema del Cáucaso, ha logrado el efecto contrario y que las consencuencias de éste se extiendan como un cáncer por todas sus estructuras. A modo de ejemplo, las cadenas públicas de TV tardaron el lunes una hora en comenzar a informar de los atentados, esperando la luz verde del Kremlin; en la mente de todos, las represalias a las cadenas y periodistas que cubrieron los secuestros del teatro Dubrovka y de Beslan.

Los inmigrantes temen una ola de ataques xenófobos

Narguiza, una joven de origen armenio tomada por musulmana por su tez un poco oscura, fue molida a golpes por una turba de moscovitas horas después de los atentados, que eran animados por los curiosos, que registraban la escena con sus móviles y gritaban: «¡Matad a esa mártir!». Otras dos mujeres con velo fueron expulsadas a golpes de un vagón del metro. Los viajeros se limitaron a mirar.

La ONG Sova asegura haber registrado una decena de ataques de este tipo y advierte de que los políticos y los medios podrían azuzar el odio. Los dirigentes de la inmigración, que con 2,5 millones de personas constituye la segunda más grande del mundo tras EEUU, ya cuentan con que serán los primeros paganos tras los atentados. Y eso en un país donde se registraron entre enero y mediados de marzo 31 ataques xenófobos con 10 muertos y 28 heridos.

Por otro lado, Moscú vivió ayer una jornada de luto con ofrendas de flores en las estaciones atacadas, misas, banderas a media asta, cierre de teatros y programaciones televisivas especiales.

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