Fermín Gongeta Sociólogo
El «mascaret» de la avaricia
«Mascaret» es un fenómeno natural que se da en desembocaduras de ríos y en estuarios en épocas de mareas grandes. Se trata de una serie de olas que superan la corriente del río a gran velocidad, causando graves destrozos. Gongeta utiliza esa figura para representar la situación socioeconómica actual, la manera en la que, al igual que una gran corriente que todo lo barre a su paso, este sistema engulle la vida y las vidas de los trabajadores, de los desfavorecidos, de los desamparados que son consustanciales al propio capitalismo.
Del mascaret y de sus destrozos me habló Luis, un capitán de la marina mercante ya retirado. «Tan espectacular como destructivo», dijo. La gente lo que más recuerda del mascaret es que en uno de ellos, en el río Sena, murió ahogada la hija de Víctor Hugo, Leopoldine.
Se trata de una serie de olas de grandes dimensiones que se forman en los momentos de las grandes mareas equinocciales, en marzo y septiembre, al alcanzar índices superiores al cien. «Cuando la crecida del mar se encuentra con la desembocadura de un río que le hace de embudo -explicó Luis-, la mar se embravece y forma las grandes olas que penetran en el cauce a una velocidad entre 15 y 30 kilómetros por hora, recorriendo una distancia de 150 kilómetros hacia el nacimiento del río. La fuerza de la mar vence a la diminuta corriente del río. El mascaret de San Michel, en la baja Normandía, es de los más cercanos», añadió insinuante.
Con más de un año de anticipación conocí el momento de la llegada de ese mascaret. Sería el sábado 9 de septiembre a las 9:11 de la mañana. Con un índice de mareas entre 114 y 115. Se esperaban olas de más de 8 metros.
En un diminuto acantilado, en la punta de Grouin, frente a la isla de Landas, sin que fueran las 9:15, se oyó un gran silbido. Un fuerte soplar del viento y de la mar. Al instante siguiente apareció la gran ola que cubrió los más de tres kilómetros de amplitud de la bahía. Luego otra más alta y otra mayor aún se acercaron a nosotros con un estruendo cada vez más impresionante.
En la desembocadura, la mar golpeó con fuerza nuestro pequeño acantilado arremetiendo la entrada del cauce de un río casi seco, alcanzando más de diez metros de altura. Una parte se derrumbó a su paso. El diminuto brazo de tierra perdió volumen y fuerza; se desmoronó, mientras la mar azotaba con más fuerza y ganaba terreno para luego abandonarlo.
Era la lucha e imposición de la mar contra el río, en un momento de confluencia de factores perfectamente predecibles, por repetitivos.
Aquel momento fue la representación escénica de la lucha permanente del fuerte contra el más débil; del capital sobre los trabajadores; la guerra del dinero contra las democracias; la invasión de los imperios sobre las naciones y las patrias, la destrucción de lo humano.
Paulatinamente se van perdiendo valores humanos, derechos y democracia. Y es bien conocido por todos que lo único que puede detener la fuerza de esas mareas invasoras es la construcción constante de diques de contención.
El mascaret de la avaricia lo confirman los datos de GARA. El espectáculo es dantesco.
En los países de la OCDE entre diciembre del 2007 y junio del 2009 se han registrado 15 millones de parados adicionales. La previsión para finales de este 2010, es que la cifra sea de 25 millones. El Banco Mundial calcula que 90 millones de «individuos» se situarán por debajo del nivel de pobreza, de un dólar por día.
La propietaria de La Naval de Sestao pagó tres millones por el astillero, ya ha embolsado más de 36 millones a cuenta de los contratos. Según los sindicatos, no le interesan ni nuevos contratos ni acuerdo alguno con los trabajadores. Esperan la llegada del mes de diciembre del 2012 para poder vender los terrenos. Ése es su negocio.
La cooperativa Ipar Kutxa prevé mantener este año el mismo beneficio que el año pasado, 13 millones de euros, después de pagar los impuestos. No parece que para ellos, los bancos, exista crisis.
Continua la colonización de más de 400 empresas del Estado español en América Latina: BBVA, Santander, Endesa, Unión Fenosa, Iberdrola, Gas Natural, Telefónica, Repsol... Ellas solas han concentrado el 80% del negocio del reino. En plena crisis del 2009, estas grandes empresas han logrado un total de 29.730 millones de beneficios netos. De éstos, 9.700 millones provenían de la colonización de América Latina.
En el Estado español, 2,2 millones de pensionistas cobran menos de 500 euros al mes. Únicamente un millón y medio de ellos alcanzan los 1.000 euros. Los viejos también son mileuristas.
En Hego Euskal Herria, la crisis la paga la clase trabajadora, que es la que pierde empleo, con más de 180.000 parados y 105.000 trabajadores afectados el año pasado por los Expedientes de Regulación de Empleo. La pobreza aumenta, al tiempo que la exclusión social.
En apenas 76 días del año 2010, ya son 21 los trabajadores muertos en accidentes laborales. Sin que pueda conocerse la incidencia real de las enfermedades profesionales, incluido el acoso sistemático de jefes y jefecillos sobre los trabajadores.
¿Y los jueces? La ilegalidad obrera es estrictamente proporcional a la inmoralidad jurídica.
La tortura de los contestatarios y de los fichados por ertzainas y policías es también proporcional a la deshonestidad impúdica de los responsables políticos y jurídicos.
Rodolfo Ares anunció que remitirá a la Audiencia Nacional el atestado sobre la manifestación de Donostia. En ella se profirieron expresiones que «son gravísimas acusaciones injuriosas contra administraciones, contra la Policía, contra el ministro del Interior» que «podrían ser constitutivas de delito»... Parecen «vulnerar lo contenido en la Ley de Seguridad Ciudadana». Los proscritos no deben enjuiciar a los perfectos.
El mascaret de la avaricia es también predecible, por lo repetitivo. Detienen nuestra vida. Nos privan de trabajo, de salarios dignos, embargan nuestras casas y las de nuestros hijos, nos condena al mutismo. Nuestra única defensa es la construcción y mantenimiento permanente de diques de contención. Si algo nos amenaza, lo primero que se debe hacer es pararlo, detener su avance.
¿No es la huelga uno de esos diques de contención necesarios para detener el mascaret, cada vez más funesto, de la avaricia de los políticos? Dejo la respuesta a los sindicatos. A los sindicatos, a los partidos, a todos nosotros.
¡Claro que para el poder las huelgas paralizan el país! Pero poco. Siempre he visto que a un país, cualquiera del mundo, lo paraliza más el autoritarismo, la falta de justicia, el miedo, la uniformidad del pensamiento, el afán de lucro de los que se permiten el robo limpio, el legal, el establecido, el desorden institucional, el amiguismo, la rapiña del poder, el desprecio del súbdito, la deshumanización de la vida ciudadana. ¿Que la huelga paraliza el país? La huelga únicamente paraliza la injusticia. Es el dique contra el mascaret de la avaricia.