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CRÓNICA Festival iberoamericano

Cuando Bogotá se convierte en el centro del mundo teatral

Desde el pasado 19 de marzo y hasta el próximo 4 de abril, se está celebrando en Bogotá la 12ª edición del Festival Iberoamericano, el primero que se celebra tras la desaparición de Fanny Mikey, fundadora del mismo y a quien rinde homenaje.

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Carlos GIL Crítico teatral

La imagen de Fanny Mikey, fundadora junto a Ramiro Osorio del Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá, animadora y auténtica figura popular, está presente en la edición de este 2010, la primera que se celebra tras su fallecimiento. Aparece por todos los rincones, empezando por el nuevo anagrama, que es una estilización de su cabellera rojiza. Anamarta de Pizarro, su colaboradora más cercana en los últimos tiempos, ha asumido la dirección manteniendo el mismo espíritu programático: concentrar en diecisiete días una ambiciosa programación de las artes escénicas de los cinco continentes y dejar un amplio espacio a las creaciones colombianas. Este año tiene como invitado de honor a Catalunya i Balears a través de una acción directa del Institut Ramón Llull.

Las cifras son apabullantes: setenta compañías internacionales, más de un centenar de grupos colombianos, con setecientas funciones, de las cuales 350 serán en sala y 320 en Ciudad Teatro, un centro de convenciones convertido en el epicentro de las actuaciones familiares, la reunión de programadores y productores y punto de encuentro nocturno de los participantes, con carpas para representaciones, músicas bailables y servicios de restauración. Se darán en estos días 85 actuaciones gratuitas en parques y centros comerciales, se realizarán 140 eventos especiales entre cursos, talleres, presentaciones, debates y encuentros varios, entre ellos uno de revistas especializadas en teatro.

Se utilizarán treinta salas de teatro, treinta espacios para el teatro de calle, además de tres conciertos multitudinarios. Entre las novedades de este año, un canal exclusivo de televisión, emitiendo veinticuatro horas, entrevistas, representaciones y debates. Una infraestructura compuesta además por cientos de personas que trabajan en la organización, la logística, el transporte o la traducción para dar soporte, luz y proyección a los mundos creados por más de tres mil artistas participantes que serán vistos cuando finalice por más de dos millones de espectadores.

Con carácter bienal, se celebra cada año par y los asiduos hemos ido comprobando el creciente reconocimiento generalizado, la aceptación de este acontecimiento desde las instituciones culturales nacionales, regionales y locales como del apoyo de entidades bancarias, de comunicación o petroleras y, sobre todo, el orgullo con el que los bogotanos se sienten identificados con el evento. Desde la llegada al control de pasaportes, decir que uno va invitado al FITB es un salvoconducto de efectos inmediatos y, con la txartela colgada al cuello, uno lleva una suerte de conseguidor de plazas en los restaurantes, sobrecarga de amabilidad en los servicios y siempre con preguntas sobre el acontecimiento, siendo raro encontrar a alguien que no haya participado de espectador en el sinfín de actividades programadas.

Festivales solapados

Una de las tradiciones de este evento es el desfile inaugural, presidido este año por una marioneta de Fanny Mikey de seis metros y setenta centímetros, que marcaba el paso a los miles de artistas que componían las cuarenta comparsas, grupos musicales, carrozas y personajes de gran formato que recorrieron las calles céntricas, arropados por cientos de miles de espectadores. Un carnaval sobrevenido en tiempo de cuaresma. El chupinazo que abre estos días festivaleros donde, aseguran las autoridades, baja el índice de criminalidad en la ciudad. Un encuentro con los sueños, con la cultura, con el teatro en todas sus formas que es a la vez estímulo y bálsamo, que se realiza con un presupuesto que debe ser astronómico.

En Bogotá, también, desde el pasado 27 de marzo al 10 de abril se celebra el Festival Alternativo que, organizado por la Corporación Colombiana de Teatro, tiene como lema «Memoria e independencia». Se realiza en las salas del teatro independiente, en salones comunales de numerosos barrios populares, universidades y colegios, en plazas de mercado, cárceles, parques, plazas y calles, con más de noventa grupos teatrales de las regiones colombianas, de Bogotá y de quince países invitados: Estados español y francés, Japón, Italia, México, Argentina, Estados Unidos, Perú, Cuba, Brasil, Suiza, Chile. Ecuador es el invitado de honor con el grupo Malayerba como máximo representante y su director, el dramaturgo Arístides Vargas, que verá algunas de sus obras puestas en pie.

Sumando todas las actividades de uno y otro se puede entender el gran dinamismo teatral existente, la lucha de las salas independientes que el pasado lunes realizaron una concentración frente al Ministerio de Cultura para reclamar mayores ayudas, pero a la vez del entusiasmo con el que los públicos reciben los espectáculos. Se da la circunstancia de obras que han tenido lleno todos los días en tetatros con grandes aforos, como es el caso del «Calígula», presentado por las compañías de Teatros Pandur y Teatro Gavella, una coproducción croata-eslovena cuya escenografía parece flotar sobre el agua que inunda el escenario. Un gran trabajo en donde la inspiración en la obra homónima de Albert Camus parece muy lejana y aparece el inconfundible estilo de su director, Tomaz Pandur.

Las actividades de calle reciben una calurosa acogida, tarde tras tarde, ocupando espacios muy diversos, como polideportivos para ver un espectáculo de danza aérea o la propia plaza de toros. Todos los géneros se suceden sin solución de continuidad, desde las propuestas más grandilocuentes hasta el teatro unipersonal, teatro familiar, narración oral, con una amplia representación internacional. Vimos un trabajo de la compañía israelita «Teatro Ih» titulado «Odisea caótica», inspirada en Homero, con dirección de Masha Nemirovsky, sin palabras, con onomatopeyas, muy bien resuelta la dramaturgia y con una interpretación muy cálida del trío actoral, demostrando su formación multidisciplinar. Visionada la obra en un pase con escolares, la atención y la respuesta de los espectadores merecen una mención.

Colombia es el tema

El teatro colombiano parece estar pasando un gran momento, y, de los espectáculos que pudimos presenciar, nos dejó la idea de que está preocupado por la realidad social y política del país y mostrando, desde diversos puntos de vista, una realidad nada complaciente con lo oficial. Parece que el tema central de las propuestas es Colombia. Descubrimos a un joven director con un estilo muy fuerte, Javier Gutiérrez R, con una propuesta que precisamente por recordarnos a estéticas y maneras muy reconocibles del último teatro contemporáneo universal nos situó ante una circunstancia muy particular, por su gran capacidad de crear atmósferas, de jugar con los espacios, de intervenir con una banda sonora que nos va acotando las referencias. «AdentroLaCasaAfuera», que presentó el «Colectivo Inédita», es un gran trabajo, con un equipo actoral con muchos recursos y matices, totalmente cómplices con la experiencia estética. Visionado en un teatro utilizado en toda su amplitud nos deparó una magnífica impresión.

Al igual que la primera obra de una trilogía coproducida por el propio festival con tres grupos pioneros colombianos titulada genéricamente «Cien días», basado en escritos de Mako Saguru. En esta primera entrega, «Sara dice» a cargo del Teatro Petra, con dirección de Fabio Rubiano, fue presentado en espacio escénico central con espectadores a ambos lados. Nos da muestras de un buen oficio, con casi el mismo reparto de la obra anterior y que se mantiene a lo largo de la trilogía, lo que nos abre las puertas a un tipo de producción basada en el equipo actoral, algo a tener muy en cuenta. Obra de sutilezas, donde la violencia aflora, y en la que aparece la locura, el desamor, la familia como núcleo creador de neurosis profundas.

Dos obras vistas en la misma sala, el Teatro Libre de Bogotá Centro. La primera con la compañía titular presentado «Los demonios», de Fedor Dostoievski, con adaptación de Patricia Jaramillo y dirección de Ricardo Camacho, con una excelente escenografía y un amplio reparto que, sin perder su singularidad, busca una interpretación hierática, mayestática para dar brillo a unos personajes atormentados y a un conflicto entre revolucionarios, agitadores y traiciones. En el momento del saludo un actor sufrió un accidente que causó momentos de pánico en la sala. La segunda, a cargo de «Teatro Tierra», titulada «Los ejércitos» a partir de la novela homónima de Evelio José Rosero con dirección de Juan Carlos Moyano Ortiz, donde se relata las circunstancias de unos personajes que viven en un pueblo alejado y que sufren las consecuencias de la violencia de diferentes signos que van complicando su existencia. Claras referencias a la situación de algunos puntos del territorio colombiano.

Más claramente documental, con un vídeo elaborado sobre una fiesta que se celebra el día 28 de diciembre en una zona minera colombiana del Pacífico, en la ciudad de Guapi es la propuesta creada por Heidi y Rolf Abderhalden con «Mapa Teatro» titulada «Los santos inocentes» en donde intervienen en directo dos ancianos músicos de la zona y que narra una experiencia personal convertida en mensaje general, sobre la violencia, sobre la relación de la fiesta y la masacre. Una suerte de metáfora encarnada por esos jóvenes negros, disfrazados de mujer y con máscara que con unos látigos en la mano van dando zurriagazos a todos cuantos se encuentran por la calle. Extraño espectáculo.

Vivimos otras experiencias en conferencias, pequeños trozos de espectáculos presentados ante audiencias de programadores. La exuberancia de la programación, el número de obras coincidentes en el tiempo y el mismo horario nos deja solamente la posibilidad de contar un mínimo de lo allí sucedido en una de las más grandes locuras teatrales a las que este comentarista ha tenido la oportunidad de asistir. Desmesurado en todos sus aspectos. Gratificante por su gran aceptación popular y por colocar al teatro en centro del universo.

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