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Nadie regala dinero al paciente griego

Las medidas monetarias y políticas que la Unión Europea -a través del Eurogrupo- y el Fondo Monetario Internacional (FMI) están recetando para «el paciente griego» incluyen cifras astronómicas y demasiados buenos deseos. Resulta excesivo el optimismo con el que desde Bruselas y otras capitales europeas se observa el horizonte económico de Grecia. Pareciera que, después de haber permitido que el país heleno se hundiera en su propia deuda hasta que las alarmas financieras golpearon al euro, ahora hubieran desempolvado la varita mágica. Ayer, los ministros de Economía y Finanzas de la Eurozona acordaron poner a disposición de Atenas 30.000 millones de euros -que serán complementados por el FMI- para que haga frente al coste de los préstamos que tiene que cubrir a corto plazo. «No es dinero regalado», advirtió con claridad el ministro de Finanzas de Austria. ¡Claro que no! Deberá ser devuelto con un interés que rondará el 5% a un plazo de tres años.

Quizás estas cifras lleguen a despistar a la ciudadanía griega y a la de otros estados europeos. Pero para aclarar en qué consiste la nueva «dieta mediterránea» elaborada en las altas esferas políticas y económicas es mejor escuchar al director del FMI, el francés Dominique Strauss-Kahn: «Grecia tiene que seguir exactamente el camino inverso que ha imperado en los últimos años. Eso significa salarios y precios a la baja». El Gobierno griego ya ha reducido los salarios de los funcionarios, pero Strauss-Kahn echa en falta que no pueda hacer lo mismo en el sector privado. La deflación, que es el término técnico con el que se conoce esta receta, no asegura que Grecia vaya a salir de la crisis, pero sí augura un escenario social muy duro, especialmente para aquellos ciudadanos que estén endeudados, a quienes cada mes, cada día, les será más difícil, por ejemplo, afrontar los intereses de una hipoteca, porque éstos no se verán rebajados, ya que tienden a subir. Lo mismo le puede ocurrir al Estado griego: si su economía no crece, cada mes tendrá más difícil pagar sus deudas. Y cuesta mucho imaginar «el camino inverso» si no es apostando por otro modelo económico.

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