Fabian Cancellara confirmó los pronósticos que le apuntaban como favorito de la París Roubaix tras su gran triunfo en el Tour de Flandes, pero con una superioridad mayor de la esperada. Atacó a 50 kilómetros de meta en un despiste de Boonen y tomó unos segundos de ventaja que empezaron a crecer hasta acercarse a los cuatro minutos, diferencia que en la meta se redujo a la mitad por la celebración del triunfo y por el ataque por detrás de Hushovd y Flecha, que completaron el podio.

La carrera no tuvo emoción porque el suizo estuvo aún más fuerte que en Flandes y su único rival de entonces, Tom Boonen, cometió errores de principiante. Para ganar por tercer año seguido sólo podía seguir una estrategia, vigilar la rueda de Fabian Cancellara y aguantarla hasta Roubaix. Con respecto a Flandes tenía la ventaja de que no había muros como el que sirvió al suizo para dejarle y de que el viento soplaba fuerte de cara.

Además la carrera iba muy tranquila, al pararse los mejores de los que habían quedado por delante tras pasar uno de los tres tramos más complicados, el de Arenberg. Sin embargo, en lugar de alimentar esa calma y permitir que le acompañara algún corredor de un equipo que estuvo tan flojo como desafortunado, Boonen empezó a lanzar ataques y a gastar energías de manera innecesaria. Y por si fuera poco, cometió el despiste de bajar a cola del primer grupo para sacar del maillot un alimento y tomarlo, momento que aprovechó Cancellara para arrancar a 50 de meta. Parecía que iba en moto y los demás en bicicleta. Fue significativo el gesto de impotencia de Leukemans, cuarto en Flandes, el último en aguantar su rueda antes de descolgarse.

Superioridad insultante

Era imposible seguir su estela y así comenzó a crecer la diferencia hasta situarse por encima de los tres minutos. Cancellara demostró estar a otro nivel en una prueba que le confirmó como el rey de la temporada de clásicas tras ganar Harelbeke, Tour de Flandes y París Roubaix.

Sólo acabaron dos vascos, Iñaki Isasi -tras entrar en la fuga del día hasta que faltaban 81 kilómetros- y Markel Irizar. Erviti y Gorka Izagirre aguantaron en el pelotón hasta que Boonen movió el árbol y no pudieron llegar. Pozzato recibió, como primer italiano, un adoquín en memoria del ganador de la prueba en 1995 y 1998, Franco Ballerini; y Servais Knaven, vencedor en 2001, se convirtió a sus 39 años en el primero en acabar la carrera en 16 ediciones.