Lanzamientos de piedras, disparos de fusil, sabotaje de las catenarias: la revuelta crece a lo largo de la vía férrea que une Moscú y San Petersburgo contra el Sapsan, el primer tren ruso de alta velocidad, visto por quienes viven junto a su trazado como «algo para los ricos».

Inaugurado hace apenas cuatro meses, este tren ultramoderno que une las dos principales ciudades de Rusia en tres horas y 45 minutos, frente a trayectos que iban desde las cuatro horas y media hasta las ocho, ha sido ya el objetivo de al menos catorce actos de vandalismo, contabiliza la RZD, la compañía ferroviaria del país.

En enero, un habitante de Leontievo, aldea de la región de Tver situada en el trayecto, lanzó un bloque de hielo contra un vagón, rompiendo uno de los cristales. Justificó su gesto como una venganza, tras haber sido derribado por el viento levantado por un tren que alcanza velocidades puntas de 250 kilómetros por hora.

En abril, dos hombres de la región de Leningrado, que habían disparado con un fusil contra el tren, fueron detenidos por la Policía. Esta semana, se ha abierto una investigación después de que una catenaria fuese dañada, causando un corte eléctrico y la interrupción del tráfico durante horas.

La cólera aumenta entre quienes viven junto al trayecto del tren, molestos por el ruido que ocasiona y la ausencia de reglas de seguridad, ya que circula por vías tradicionales que no están adaptadas a esta velocidad.

Entre tres y siete personas han muerto en las regiones de Novgorod y Tver en los últimos cuatro meses, informó el jueves Alexandre Brevnov, responsable de la Policía local de transportes, citado por medios locales.

«En Uglovka, he visto ramos de flores colocados a lo largo de la vía en memoria de las personas muertas por el Sapsan», cuenta a France Presse Tatiana Jrolenko, jubilada de 70 años que tiene una casa en esta aldea, a 400 kilómetros de San Petersburgo.