Como no tienen suficiente con el enemigo del Norte, los del nacionalismo español alertan ahora a la población sobre el enemigo sureño.

Ayer, en «La Razón», Ernesto Sáenz de Buruaga ponía el grito en el cielo porque «ahora que España va a la deriva, y perdido el crédito exterior, nos recuerdan su vieja reivindicación sobre Ceuta y Melilla para acabar con la `ocupación' de estas dos ciudades españolas, hecho anacrónico, nos dicen, con el espíritu de los tiempos». Pues va a ser que sí.

Pero Saez de Buruaga tenía respuesta: «se les olvida que no se les devolvería ningún territorio. Nuestras dos ciudades jamás han sido marroquíes, siempre han sido españolas, anteriores al reino de Marruecos, que era un sultanato, y por tanto no hay nada que recuperar sino conquistar». Se ponga como se ponga, Ceuta y Melilla son tan africanas como el Congo o Tanzania. Para eso están los mapas.

Y la alarma crece porque «quieren también las islas frente a las costas de Marruecos: Alborán, Chafarinas y Perejil». ¡Ay ama, también Perejil! Y a Buruaga se le hincha el pecho recordando la reconquista de Perejil, heróica acción de combate que, asegura «fue una demostración de que hay que defender los principios y nuestra soberanía. Repasar la historia de Ceuta y Melilla es recordar la grandeza, el valor, entrega y lealtad de sus habitantes con España». ¿A dónde vamos con gente así?

También el editorialista de «Abc» se mesaba los cabellos por «este nuevo golpe alevoso a las relaciones entre ambos países, perpetrado por el primer ministro, Abass el Fassi» que, coincide con el anterior, «se produce en el peor momento internacional para España, cuando su crisis económica y el desprestigio del Gobierno socialista nos hacen especialmente indefensos ante las críticas de otros países».

Lo grave para el de «Abc» es que «estos llamamientos a la integración de ambas ciudades en Marruecos son, una vez más, provocaciones y actos temerarios que pueden incitar a tensiones y conflictos de consecuencias imprevisibles».

¿Cuando dejarán de jugar a imperio? Chafarinas, Perejil, Alborán... vaya imperio birrioso. ¡Si Felipe II levantara la cabeza!