Raimundo Fitero
Un tongo más
Es curioso, que la princesa del braguetazo poligonero, Belén Esteban, la musa popular del pelo oxigenado más historiado, se presente a un concurso de baile con otros famosos y lo gane, forma parte del tongo general en el que se vive, se mueve, se fundamenta la sociedad televisada que Tele 5 recrea a gusto y semejanza de su ideario accionarial. Belén Esteban da audiencia, o sea, da dinero, y no importa nada más que eso. Es un personaje, una ficción, un telemonigote, una circunstancia exonerada de compromiso con su tiempo. No existe nada más que porque sale en Tele 5, y su mundo está entre los platós que ocupa de manera permanente, las oficinas bancarias de su barrio y las visitas a sus médicos o reparadores. No se sabe si tiene un entrenador personal para enseñarle a hablar con más chulería ni si la terapia es solamente de formateo del carácter o una incorporación de nano chips para que sepa codearse con las aristocracias mediáticas.
Lo cierto es que gana eso de MQB, y el tongo se corona como discurso, como elemento de prestigio. En términos capitalistas es lo que se llama el resultadismo, que antes se argumentaba con que el fin justifica los medios. Y el fin es que haya audiencias, valorizar al producto estrella, al personaje que más moscones concita, porque cuanto más millones de moscas que no se pueden equivocar al consumir mierda, más millones de euros se ingresan. Es una fuente de ingresos, y ella es producto que se convertirá en un juguete roto millonario, probablemente, pero que no tiene mucho más recorrido.
Hay días en los que uno se sentiría capaz de globalizar y asegurar que la vida misma es un tongo. Pero seguro que tongo es la justicia, la política y el color del pelo de los que salen en la tele. No existen cremas que te dejen el culo en pompa, ni máquinas que te adhieran pectorales mientras lees el catálogo de muebles. Lo de la Esteban forma parte del paisaje. Lo malo es que los tongos sean avalados por gente con un mínimo de prestigio profesional. Los jurados de ese espectáculo, forman parte del tongo. No así la orquesta, ni los bailarines, ni la presentadora, que son parte de la forzada ilusión.