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Iñaki Gil San Vicente pensador marxista

Cinco lecciones tras un año de pucherazo

Del análisis del devenir político de los últimos doce meses el autor extrae una serie de lecciones, la primera de las cuales hace referencia a la capacidad de la izquierda abertzale para sobreponerse a los obstáculos represivos. También pone de manifiesto la constatación de la esencia reaccionaria del nacionalismo español, puesta en evidencia en su empeño por reprimir el ejercicio de los derechos fundamentales de Euskal Herria. Finalmente, subraya la importancia de la lucha obrera y popular para la construcción nacional, especialmente en el contexto de la actual crisis.

La primera lección trata del estudio crítico de las innovaciones represivas y del estudio autocrítico de los errores de la izquierda abertzale. Hasta no hace mucho era muy frecuente el tópico de que la izquierda independentista vasca se dejaba llevar más por su cabezonería practicista que por la lucidez política y teórica. Poco a poco, en estos siete años de ilegalizaciones y represiones masivas, el tópico se empieza a derrumbar ante la evidencia del poder de superación de los obstáculos represivos. No podemos resumir las razones que la explican, excepto la de la profunda imbricación en el pueblo de las generaciones de militantes que nunca han roto la conexión cotidiana con el pueblo. Romper esa unión mediante la derrota de la «solidaridad colectiva», ha sido y es un objetivo permanente fijado por el Plan ZEN del PSOE en 1983.

Acabar de un modo u otro con la «solidaridad colectiva» del Pueblo Vasco, destruir los profundos lazos solidarios creados en la resistencia a la opresión nacional. Lección básica ya que, desde muy antiguo, todos los imperialismos han querido destruir la solidez de los pueblos que atacaban ofreciendo privilegios a las minorías ricas. Bajo las crecientes restricciones antidemocráticas impuestas por el nacionalismo español, esta enseñanza ha permitido reactivar la fuerza y solidaridad movilizadora de nuestro pueblo, cuando hace un año parecía inminente su derrota definitiva.

La segunda lección es la esencia reaccionaria del nacionalismo español. Algo es reaccionario cuando va contra la democracia y los derechos humanos, y el nacionalismo español los está cercenando directa o indirectamente. Al margen de sus diferentes formas externas, su basamento interno es reaccionario porque no sólo reprime el ejercicio de derechos elementales, sino que teoriza explícitamente que tales derechos no existen. Los niega bien en lo absoluto y total, como el derecho de autodeterminación, bien en lo relativo y parcial, como la negación de derechos democráticos elementales a las fuerzas independentistas.

Además, esta relatividad tiende a ser absoluta porque cada día afecta más y más sectores sociales, que no únicamente a los independentistas. En el último año se ha acelerado la involución reaccionaria que machaca a nuestro pueblo. Se trata de algo más que un aumento del autoritarismo porque ahora el poder español asume deliberada y oficialmente métodos típicos de la Edad Media, inquisitoriales, adaptados al presente.

La tercera lección es que la involución reaccionaria se desarrolla en un cuádruple frente: uno, aplicar la pedagogía del miedo para barrer no sólo al independentismo de la vida pública, sino para intimidar con amenazas crecientes a los amplios sectores que cada vez más rechazan el proyecto españolista. Es sabido que la pedagogía del miedo dosifica el terror físico con el psicológico, la represión activa con la preventiva, según las necesidades del momento. Al día de hoy, la parte vasca bajo dominación española sufre una política del miedo más multifacética y omnipresente que hace un año. Dos, debilitar, asfixiar y exterminar, por este orden, la identidad vasca, la memoria, los referentes y el imaginario colectivo de nuestro pueblo. Como destruir la identidad vasca de un golpe es imposible, el nacionalismo español ataca por partes, con intensidades diferentes según la raigambre del objetivo concreto a destruir en cada zona vasca. No es un ataque descoordinado e incoherente, sino planificado, gradual, dispuesto a retroceder un instante para arrasar luego una vez rota la unidad de la primera resistencia. Tres, a la vez, fortalecer el españolismo mediante la educación infantil y juvenil, la prensa, las instituciones, el deporte estatal, la apología de sus fuerzas represivas, etcétera. Se trata de un plan inseparable del anterior, pero irreconciliable con él. La expansión del españolismo depende del retroceso simultáneo de la identidad vasca y viceversa, ya que, en contra de la tesis de la anomia, no existe espacio alguno en la vida que esté libre de la acción de los valores, de la ideología y de los anclajes imaginarios. Se trata de una lucha entre identidades, la del opresor y la del oprimido. Y cuatro, en esta lucha al Estado español le está fallando una de sus grandes bazas, la económica, ya que la crisis profunda y larga que le pudre las entrañas le limita mucho la política del soborno, de la compra de colaboracionistas y del mantenimiento de la fidelidad de los inseguros y dubitativos. Por esto mismo, el Estado español refuerza tanto el ataque a la identidad vasca como reforzamiento de su nacionalismo imperialista.

La cuarta lección cobra más importancia debido a esto último. La crisis socioeconómica y sociopolítica reaviva la experiencia histórica que confirma la unidad entre la explotación de clase y la opresión nacional. La segunda mitad del siglo XX muestra cómo la mejora de las condiciones de vida y trabajo ha mejorado sobre todo debido a la lucha rectora de la izquierda abertzale, y en mucha menor medida del sindicalismo estatal. Desde la definitiva burocratización reformista y corporativista de este sindicalismo, la experiencia confirma que sólo el trabajo común del sindicalismo abertzale y la izquierda independentista logran detener los ataques patronales. Ya antes del pucherazo en Vascongadas, y al poco de la imperial alianza en Nafarroa, la unidad del pueblo trabajador había demostrado una combativa fuerza de masas poco habitual en la UE del momento. El año transcurrido demuestra otra vez la valía de esta enseñanza: uno de los mejores medios de construcción nacional en estos momentos es el avance en la lucha obrera y popular, de masas, inseparable de la lucha teórico-ideológica por el socialismo y la independencia, y que ha de tener en la lucha institucional futura su complemento y apoyo. El nacionalismo español sólo puede ofrecer empobrecimiento, paro y precariedad, además de represión y miedo.

Y la quinta y última lección cobra más importancia conforme se muestra el contenido reaccionario de la UE y el enfurecimiento imperialista. La izquierda abertzale siempre ha sido internacionalista consecuente, pero ahora el internacionalismo es más vital que nunca antes porque la catástrofe ecológica, el agotamiento energético y las hambrunas y pandemias agravan cualitativamente la crisis actual exigiendo a los pueblos explotados una mayor solidaridad mutua para avanzar más rápidamente en su liberación nacional y de clase, y en la superación del sistema patriarco-burgués. El calentamiento global y la catástrofe ecológica, el agotamiento energético y las hambrunas se han agudizado en este año, precisamente cuando el Estado español se arrodilla ante el imperialismo y pretende descargar los costos de la crisis sobre las naciones que oprime y las clase explotadas. Cada día que pasa es más necesario que el anterior conquistar un Estado vasco: esta es la gran enseñanza confirmada en este año.

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