Alguien les sacó una foto, tres niños sonrientes y divertidos que se prestaron con toda ingenuidad a la cámara. Pero o bien se la sacaron con los más oscuros propósitos o alguien, con esos mismos propósitos, la vio y se la apropió. Y al fin, hicieron con ella artículo y titular a la medida del «Abc»: «los proetarras utilizan niños para hacer apología de la banda criminal». Explicaban: los niños no sólo llevaban en las fiestas del barrio pegatinas de presos etarras, sino que paseaban frente a pancartas en las que se jaleaba a los pistoleros. Las jaleadoras pancartas, no obstante, no merecieron foto. Pero la gran revelación del artículo es la existencia del «frente infantil» (juro que lo pone) que ETA utiliza para la captación de militantes en partidos de fútbol, campamentos y excursiones (de los columpios no hablan, pero ahí se capta cantidad). Según el estudio de la Fundación Victimas del Terrorismo la captación empieza a los 8 años.

«En medios políticos de Navarra preocupa que se instrumentalice a los pequeños», avisan. Pero qué duda cabe. Y, ¿qué entienden exactamente por instrumentalizar? Porque utilizar a los niños para decir que otros los utilizan debe de ser muy legítimo; instrumentalizarlos para hacer campaña, por burda que sea, siempre que sea contra la izquierda abertzale, poco menos que un obligado ejercicio democrático; y podemos escuchar las diatribas de la COPE, señalando terroristas en potencia por el hecho de acudir a una ikastola, para ver cómo les resbala entonces el uso y abuso de los pequeños. Pero conocemos a los sujetos de tanta y tan honda preocupación. Sólo ellos podían ser tan, tan sucios.