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Israel y la hipocresía nuclear

Israel barajó vender el arma nuclear a la Sudáfrica blanca

Un investigador que estudiaba las relaciones entre Israel y la Sudáfrica del apartheid ha descubierto que éstas eran aún mejores de lo que se pensaba. Tanto que Israel estuvo a punto de vender a los afrikaners ojivas nucleares, lo que constituye la primera prueba documental de que el Estado sionista es una potencia atómica. Tel Aviv se ha apresurado, esta vez, a negarlo.

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GARA | LONDRES

La revelación de que Israel estuvo a punto de vender armas nucleares a Sudáfrica confirma, de un lado, las archiconocidas -aunque no por ello menos denunciables- excelentes relaciones del Estado sionista con el régimen del apartheid. Y, lo que es más actual, supone la primera prueba documentada de la posesión del arsenal atómico por parte del gendarme de EEUU en Oriente Medio.

Ello explica que Israel se viera obligado a romper con una regla de oro que Tel Aviv aplica siempre cuando trasluce la cuestión de su arsenal nuclear: el silencio.

El presidente israelí, Simon Peres, se apresuró a desmentir esta información, publicada por el diario británico «The Guardian» en base a documentos secretos ahora desclasificados.

Estos documentos, que constituyen la primera prueba documental de la posesión de armas atómicas por el Estado judío, fueron descubiertos por el académico estadounidense Sasha Polakow-Suransky mientras preparaba un libro en torno a la estrecha relación entre Israel y la Sudáfrica blanca racista. Minutas de las reuniones celebradas por altos dirigentes de ambos países en 1975 indican que el ministro sudafricano de Defensa, Pieter Willem Botha, solicitó las bombas y su homólogo israelí Simon Peres, hoy presidente de Israel, se las ofreció «en tres tamaños».

Ambos políticos firmaron, asimismo, un amplio acuerdo que incluía una cláusula por la que se declaraba secreta la propia existencia de ese comprometedor documento.

Según «The Guardian», el Gobierno israelí ha tratado por todos los medios de impedir que la actual democracia sudafricana desclasificara los documentos a solicitud del investigador estadounidense.

Esa revelación cobra especial importancia esta semana, en la que las conversaciones sobre no proliferación nuclear que se celebran en Nueva York se centran en la situación en Oriente Medio. También echa por tierra la pretensión israelí de presentarse como un país «responsable» que en ningún caso abusaría de sus bombas nucleares.

Polakow-Suranksy ha dedicado al tema un libro titulado «The Unspoken Alliance: Israel's secrety alliance with apartheid South Africa», que se publica esta semana en EEUU.

Según el autor, entre las personas que asistieron a aquella reunión el 31 de marzo de 1975 estaba el jefe del Estado mayor sudafricano, el teniente general R.F. Armstrong.

Misiles Jericó

Éste elaboró un memorándum que señalaba los beneficios que supondría para el país la obtención de los misiles Jericó armados con cabezas nucleares. Envió el correspondiente informe a Botha, un escrito en el que lamentaba que Sudáfrica careciera, por aquel entonces, de la tecnología necesaria para desarrollar armas nucleares.

El 4 de junio, Peres y Botha mantuvieron una reunión en Zúrich en la que se trató del proyecto Jericó, rebautizado Chalet.

Las minutas secretas de esa segunda reunión señalan que «el ministro Botha expresó su interés en un número limitado de unidades de Chalet siempre y cuando estuviese disponible la carga correcta».

Y sigue el documento: «El ministro Peres explicó que la carga correcta estaba disponible en tres tamaños. El ministro Botha expresó su gratitud y dijo que pediría consejo».

Según el periódico, la expresión «tres tamaños» se refiere supuestamente a los tres tipos de armas: convencionales, químicas y nucleares.

La expresión «carga correcta» sólo puede referirse a armas nucleares ya que el memorándum del teniente general sudafricano deja perfectamente claro que Sudáfrica estaba interesada en los misiles Jericó sólo para transportar armas nucleares.

El acuerdo no llegó a firmarse finalmente en parte por el costo que suponía. Además, habría necesitado la aprobación final del primer ministro israelí, lo que no era del todo seguro, escribe «The Guardian».

Sudáfrica llegó a fabricar sus propias armas atómicas, posiblemente con ayuda israelí, pero la colaboración entre ambos países en materia de tecnología militar se intensificó a lo largo de los años.

Sudáfrica suministró a Israel buena parte del uranio que este país necesitaba para desarrollar sus armas nucleares.

Los documentos confirman la versión del ex jefe naval sudafricano Dieter Gerhard, encarcelado en 1983 por espiar a favor de la extinta Unión Soviética.

Tras su liberación, Gerhard dijo que existía un acuerdo entre Israel y Sudáfrica bautizado Chalet consistente en una oferta por el Estado judío de armar ocho misiles tipo Jericó con «ojivas especiales», término que, según aquél, se refería a las cabezas nucleares.

«Ni un documento»

Simon Peres se saltó la política oficial de ambigüedad: ni negar ni confirmar noticias relacionadas con su arsenal nuclear.

En un comunicado, su oficina subraya que «Israel nunca ha negociado el intercambio de armas nucleares con Sudáfrica. No existe un solo documento israelí o una sola firma israelí en documento alguno de que esas negociaciones tuvieron lugar», agrega la nota.

La oficina de Peres, quien entonces dirigía la cartera de Defensa y que dos décadas después recibió el Premio Nobel de la Paz, lamentó que «The Guardian» no haya consultado previamente a fuentes oficiales israelíes y asegura que enviará una «contundente» carta al director pidiéndole «la publicación de los verdaderos hechos» .

Celo israelí en torno a sus «secretos militares»

El proceso contra una joven israelí acusada de «espionaje agravado» por haber divulgado a la prensa informaciones militares secretas se abrió ayer a puerta cerrada en un tribunal de Tel Aviv.

Anat Kam, de 23 años, podría ser condenada a cadena perpetua por «divulgación de documentos secretos con la intención de poner en peligro la seguridad del Estado» durante su servicio militar entre 2005 y 2007.

Está acusada de haberse aprovechado de su trabajo como secretaria del general Yair Naveh, entonces jefe de la región militar central (que incluye Cisjordania), para hacerse con cerca de 2.000 documentos «top secret».

Anat Kam habría reconocido haber actuado por motivos ideológicos. «Era importante para mí dar a conocer los métodos del Ejército. A los ojos de la historia, los que denuncian crímenes de guerra suelen acabar siendo absueltos», habría recordado a sus interrogadores, según la prensa.

Su abogado, Avigdor Feldman, señaló que su defendida «tenía libre acceso al ordenador personal del general Naveh y descubrió órdenes contrarias a sentencias del Tribunal Supremo» que despertaron su conciencia.

Según el acta de la acusación, Anat Kam transmitió la mayor parte de los documentos a un periodista del diario «Haaretz», Uri Blar, quien finalmente los devolvió al Ejército.

Gracias a estos documentos, el periodista publicó una serie de artículos que incluían detalles operativos y métodos controvertidos del Ejército. Uno de ellos indicaba que los soldados habían recibido órdenes para llevar a cabo ejecuciones extrajudiciales de activistas de la Yihad Islámica aunque hubiera sido posible detenerlos, lo que incumplía una sentencia del Supremo. GARA

AUSTRALIA

Australia ha pedido a Israel que retire al representante del Mossad en la embajada israelí en Camberra, después de que una investigación le implicara en la falsificación de cuatro pasaportes utilizados en la muerte del dirigente de Hamas, Mahmud al-Mabhuh, en Dubai.

ruta del apartheid

Israel anunció ayer sin efecto la prohibición, vigente desde 2000, a los palestinos para utilizar la ruta del Apartheid, que va de Jerusalén a Tel Aviv. Pese a la reapertura de la ruta 443, ordenada por el Supremo, las restricciones al libre tránsito persisten, como denunciaron ayer los habitantes de Sheij Saad, en Jerusalén.

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