Beñat Zarrabeitia Periodista y miembro de Etxerat
La dignidad de las madres de Euskal Herria
Arregi era la presidenta de Etxerat y representaba a la perfección la dignidad de la que han hecho gala las madres de este pueblo durante décadas Son y serán las madres de Euskal Herria. Las madres de un pueblo educado en la dignidad, el compromiso, el respeto a los demás, la lucha por lo que a uno le corresponde y la humildad
A última hora de la tarde del pasado lunes 24 de mayo nos dejó Joxepa Arregi. Arrasatearra y madre del preso político, actualmente dispersado en Huelva, Jesús Mari Zabarte. Arregi era la presidenta de Etxerat y representaba a la perfección la dignidad de la que han hecho gala las madres de este pueblo durante décadas.
Miles de mujeres que con su coraje y fuerza, amén de una convicción moral, política y amor repartido a partes iguales han defendido los derechos de sus hijos e hijas. En cualquier circunstancia y hasta el último aliento. Después incluso de convertirse en nuevas y prematuras estrellas que iluminarán para siempre el camino de Euskal Herria, tal y como lo demuestra la entrevista que GARA recientemente publicó con Blanca Antepara (2010-5-16). Los ejemplos son miles y no cabe olvidarlos. Y es que a través de su compromiso vital, trabajo desinteresado y pundonor, hemos crecido varias generaciones de vascos y vascas.
Hace poco más de un año, con motivo del vigésimo aniversario de la aplicación masiva de la dispersión, Etxerat recogió el conmovedor testimonio de Joxepa Arregi y María Murgoitio. Las enormes posibilidades que otorga la red han dado difusión mundial a ambos testimonios. Un documento para la historia. Un crudo testimonio que da fe de la represión vivida en Euskal Herria durante las últimas décadas y del sufrimiento al que se ha visto abocado un sector importantísimo y dinámico de la sociedad vasca. Una tragedia íntima en muchos casos. Un dolor condenado al olvido por aquellos que han querido eliminar toda raíz política al conflicto. Una rabia contenida ante la injusticia y la conculcación de derechos permanente.
Afrentas que se han transformado en dignidad constante. Esas madres que en 1980 fueron detenidas en Madrid por protestar contra la situación que entonces padecían los presos políticos vascos, unas madres que hoy día levantan el teléfono para preguntar qué es de su hija cuando está detenida y seguramente siendo torturada para no encontrar respuesta durante la incomunicación, esas madres que desconocen cuál en la situación de su hijo perseguido o esas madres que se hacen miles de kilómetros sin saber si van a poder ver a su hijo porque la quieren cachear. En definitiva, madres a las que ni las curvas, ni las bocachas, ni la miserable actuación de determinadas formaciones políticas pueden amilanar.
Son y serán las madres de Euskal Herria. Las madres de un pueblo educado en la dignidad, el compromiso, el respeto a los demás, la lucha por lo que a uno le corresponde y la humildad. Los valores de este pueblo, los valores de esas madres. Madres de varias generaciones. Madres que conocieron la guerra, la cartilla de racionamiento o el franquismo. Madres que vivieron en su adolescencia la luz de la nueva primavera de lucha que se despertó en Euskal Herria a mediados del siglo pasado y que conocieron toda la explosión política, social, cultural de principios de los ochenta en primera persona, madres a las que la reconversión industrial les pilló abriéndose camino al son del RRV y madres que hoy día educan a sus criaturas tras haber conocido las nuevas vertientes del estado de excepción o las ilegalizaciones. Y cómo no, esas madres que hoy día siguen dando a luz a niños y niñas en la cárcel. Dispersadas y con sus derechos vulnerados, pero con su amor intacto.
Por ellas. Por todas ellas y por muchísimas más personas, este pueblo se merece un futuro mejor. Un futuro libre. Un futuro en el que no haya madres que tengan que visitar a su hijo o hija en una prisión a miles de kilómetros de sus casas, ni madres ni nadie que se juegue la vida en esa ruleta rusa que supone la dispersión. Un futuro sin madres que no tengan que vivir la angustia que supone la incomunicación y el horror de ver a un hijo o hija tras ser torturada. Un futuro sin madres que no tengan que llorar por un hijo o hija que haya acabado dándolo todo y cuyo recuerdo les acompañará por el resto de sus vidas. Ese futuro mejor tiene que llegar, pero únicamente lo hará tomando como referencia el camino realizado por miles de hombres y mujeres como Joxepa en Euskal Herria durante todos estos años.
Un camino labrado en la dignidad, constancia y exigencia permanente de respeto para los derechos de los y las represaliadas y de Euskal Herria en general. Ellas son las madres de Euskal Herria y ellas representan el cordón umbilical que recorrerá ese camino que va desde la dignidad hasta la libertad.