Si algo ha definido la actuación del Gobierno español en el contexto de la crisis ha sido la improvisación. Lejos de ejercer el papel de motor que por obligación le corresponde para enfrentar la degradación de la economía, se ha limitado a esperar a que la tormenta se desvaneciera por sí sola, arrastrando con su pasividad a amplias capas de la sociedad al paro, la desprotección y la miseria.

Pero no sólo no se ha atrevido a poner nombre y apellidos a los responsables de la crisis, sino que desde el principio se ha alineado con ellos. Primero inyectando miles de millones para salvar el sector financiero; después favoreciendo descaradamente a la patronal con una política de barra libre con los expedientes de regulación de empleo, y ahora golpeando directamente a los trabajadores del sector público y los pensionistas. Y entre tanta agresión a la clase trabajadora, todavía les queda tiempo para la burla: Zapatero, en lugar de una profunda reforma fiscal que grave los grandes beneficios empresariales y las enormes fortunas, anuncia medidas testimoniales para que «aquellos ciudadanos que tienen más hagan un esfuerzo solidario en este periodo de crisis». Otra invitación a responder con contundencia.