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Gloria LATASA gloriameteo@hotmail.com

Barómetro en el limbo

 
En el año 1644 Evangelista Torricelli descubrió el principio del barómetro. Un dispositivo para medir la presión del aire, su peso. Y comprobó que este valor disminuía con la altitud y que variaba, aumentando o disminuyendo, cuando el tiempo tenía tendencia a mejorar o a ir a peor.

Hoy en día, aunque existen de diversos tipos, el más utilizado es el que se conoce como barómetro aneroide. Consta de una serie de cápsulas metálicas a las que se les ha hecho el vacío, cuyas delgadas paredes responden a los cambios en la presión exterior. El resultado lo reflejan sobre un limbo (círculo o disco graduado que mide ángulos) que nos indica si se espera lluvia, un cielo encapotado o que luzca el sol.

¿Es suficiente esta información para poder hacer una previsión? Según el refranero, sí. «Cuando sube la presión, te puedes ir de excursión» o «Si baja y viene borrasca, puedes quedarte en la tasca». Sin embargo, es necesario disponer de más datos como la temperatura, humedad, dirección del viento o el tipo de nubes que flotan en el cielo.

Sólo eso explica por qué en una situación anticiclónica, con la llegada de vientos del norte, el barómetro puede señalar la presencia del sol aunque los cielos estén cubiertos o esté lloviendo. O, por el contrario, que registre un descenso de la presión e indique que va a llover aunque no haya una sola nube, cuando el viento es seco y procedente del sur.

Para que se produzcan cambios sustanciales de tiempo no sólo es necesario que varíe la presión, también es im÷portante la velocidad a la que lo haga. Una subida brusca es síntoma de una mejoría pasajera. Un ascenso lento, de que un anticiclón se afianza. Y un descenso acelerado (más de un mb/h), de que una profunda borrasca se avecina.

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