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Una historia de inmigración diferente

«Rabia»

La película que se rodó en Bidania y triunfó en el Festival de Málaga es una producción de Tequila Gang, la compañía del mexicano Guillermo del Toro, dirigida por el ecuatoriano Sebastián Cordero y protagonizada por la actriz colombiana Martina García y el mexicano Gustavo Sánchez Parra, que se inició con «Amores perros».

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Mikel INSAUSTI | DONOSTIA

«Rabia» es ante todo una historia muy original, completamente diferente a las que por lo habitual genera la problemática de la inmigración ya que, en lugar de fijarse en la presión externa que sufren los inmigrantes, presenta tensiones y miedos mucho más profundos. Es otra manera de reflejar en la pantalla la angustia vital, la incomunicación y el aislamiento que puede llegar a sentir una persona que se halla fuera de su ámbito natural.

En los rasgos diferenciales influye el hecho de que ésta sea una producción de la compañía Tequila Gang, pues ya se sabe que al productor y cineasta Guillermo del Toro le gusta mucho pegar el cine fantástico a realidades sociales, y la novela escrita por el argentino Sergio Bizzio, en que se basa la película, se ajustaba a esa tendencia marca de la casa.

Lo verdaderamente novedoso de esta producción es el tratamiento que se da a la idea argumental, porque el punto de partida de «El habitante incierto» era algo parecido, pero el debutante Guillem Morales lo desarrollaba dentro del fantástico puro representado por los cuentos de fantasmas y los de casas encantadas.

En «Rabia», por el contrario, todo cuanto sucede es real y obedece a una explicación lógica. Y, gracias a ello, se vuelve en un relato mucho más inquietante y angustioso para el espectador, que puede llegar a experimentar sensaciones como las que provoca una película de terror, sólo que mucho más tangibles y desoladoras de lo habitual.

Si Del Toro sabía que este proyecto era perfecto para el realizador ecuatoriano Sebastián Cordero, era debido a que había trabajado elementos que crean desasosiego en la audiencia con su anterior «Crónicas», donde el impacto que causan en la opinión pública los crímenes de un asesino en serie se analizaba a través de la manipulación de los medios, lo que en el contexto de los países centroamericanos y sudamericanos adquiere tintes extremos.

Sebastián Cordero sabe muy bien lo que es no poder trabajar en su país, dadas las dificultades que hay en Ecuador para hacer cine, al carecer de una industria con infraestructura propia, así que está acostumbrado a salir al exterior, por lo que está capacitado para entender muy bien el drama que encierra «Rabia». El chileno Sebastián Silva expresaba perfectamente en la reciente «La nana» el aislamiento que sufren las chicas que dejan su pueblo para ir a servir a la ciudad, hasta el punto de que casi no salen de la casa donde trabajan. Bien, pues esa sensación de encierro aumenta todavía mucho más cuando se trabaja en otro país.

Es lo que le ocurre a la protagonista de «Rabia», una inmigrante colombiana que trabaja en el servicio doméstico para una familia burguesa de Euskal Herria. Esta joven se encuentra totalmente sola, más aún cuando su novio, que se ha convertido en el único vínculo que mantiene con su país, desaparece misteriosamente.

Ella no sabe que él ha tenido un grave incidente y se oculta más cerca de lo que nunca podría imaginar, pero no puede revelar a nadie su escondite. La razón de su huida es que, a causa de una discusión en la construcción donde trabajaba, ha matado accidentalmente al capataz. En su desesperación, no ha podido dar con un refugio mejor que el gran caserón en el que sirve su novia,sólo que nadie debe saber de su presencia allí, ni siquiera su amada.

La mirada oculta

La extraña situación que se crea en la pareja protagónica, sin que el uno sepa del otro, ofrece la posibilidad de un punto de vista voyeurístico distinto al que se suele exponer tradicionalmente según el modelo de suspense instaurado por el maestro Hitchcock.

En «Rabia», el observador no espía por morbo o placer, sino que, al tratarse de un fugitivo, no tiene otro remedio que ser testigo de lo que acontece en la casa. Esto le lleva a encontrarse en una situadión de total impotencia ya que, cada vez que algún miembro de la familia dueña de la casa abusa de su novia, no puede intervenir. De hacerlo, correría el riesgo de ser descubierto y denunciado.

La naturaleza del amante oculto convierte a este título en un oscuro thriller romántico, por el hecho de que se da una historia de amor impedida. El «fantasma» de la casa deberá soportar sus celos en la sombra, aislado, habiendo de contener sus solitarios estallidos de violencia, definidos en el propio título con la expresión de rabia, una rabia infinita, la de un animal enjaulado.

Para representar el doble juego entre lo oculto y lo visible dentro de un único escenario, durante el rodaje hacía falta un gran y viejo caserón, con su desván, sus pasillos y lugares recónditos. La parte local de la coproducción la fue a encontrar en la localidad de Bidania, mientras el equipo internacional se alojaba en Tolosa.

El actores Álex Bredemühl e Iciar Bollaín interpretan a los hijos, encargándose de los roles paterno y materno Xabier Elorriaga y Concha Velasco. Los cuatro son observados en su decadencia familiar, que va pareja a la del propio edificio que habitan. De ahí que la ambientación resulte tan importante, junto con la fotografía de Enrique Chediak, otro ecuatoriano que ha triunfado internacionalmente y está muy bien considerado en Hollywood.

Entre los premios que recibió «Rabia» en el pasado Festival de Málaga, se encuentra el de Mejor Fotografía concedido a Enrique Chediak. También Alex Brendemühl ganó el de Mejor Actor de Reparto, además del Premio del Jurado Joven y la Biznaga de Oro a la Mejor Película. Chediak repitió premio en México, en el Festival de Guadalajara, donde el estelar Gustavo Sánchez Parra se llevó el de Mejor Actor y la película el máximo galardón. No acaba ahí la lista de recompensas obtenidas, ya que en el Festival de Tokio «Rabia» se hizo con el Premio Especial del Jurado.

La cosa está bastante repartida, aunque tal vez falte una mención especial a la joven actriz colombiana Martina García, por los pocos asideros que cuenta a la hora de interpretar su personaje, el más abandonado a su suerte.

Cierto es que los jurados de los certámenes cinematográficos tienden a valorar más lo que hay de esfuerzo físico o transformación en una interpretación, y en ese sentido hay que tener en cuenta que el mexicano Gustavo Sánchez Parra tuvo que someterse a una radical pérdida de peso, con tal de reflejar el deterioro de un hombre que vive prácticamente emparedado.

Estreno

Dirección: Sebastián Cordero.Producción: Guillermo Del Toro, Bertha Navarro.

Intérpretes: Gustavo Sánchez Parra, Martina García, Alex Brendemühl, Iciar Bollain, Xabier Elorriaga.

Fotografía: Enrique Chediak.

Música: Lucio Godoy.

País: Colombia-México, 2009.

Duración: 95 minutos.

RABIA INFINITA

El «fantasma» de la casa deberá soportar sus celos en la sombra, habiendo de contener sus solitarios estallidos de violencia, definidos en el título con la expresión de rabia, una rabia infinita, la de un animal enjaulado.

Un cineasta ecuatoriano

Al igual que otros cineastas de países sin industria de cine, el ecuatoriano Sebastián Cordero tuvo que formarse en el exterior. Después de estudiar en California, consiguió levantar su propia película en Quito, con una ópera prima que reflejaba el ambiente delictivo y marginal de la ciudad. «Ratas, ratones, rateros» le dio a conocer en el circuito de festivales, lo mismo que su segundo largometraje, «Crónicas», protagonizado por el actor colombiano afincado en Hollywood John Leguizamo. Analiza la manipulación mediática de sucesos en América del Sur. M.I.

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