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WAZEER BALOCH

Pruebas nucleares en Baluchistán este

Médico de Quetta, Wazeer Baloch narra en primera persona las dramáticas consecuencias de unas pruebas nucleares que Pakistán llevó a cabo hace años en la región del monte Raspoh, en Baluchistán Oriental. El testimonio sirve como advertencia, ya que los lugareños temen que Islamabad vaya a reanudar sus ensayos en ese país.

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Testimonio recogido por  KARLOS ZURUTUZA

La amenaza que supone el que las cabezas nucleares de Pakistán caigan en manos de los talibán ha hecho saltar las alarmas de la comunidad internacional. Las siguientes líneas recogen el estremecedor testimonio de Wazeer Baloch, un médico de Quetta que relata para GARA cómo probó Islamabad dicho armamento en Baluchistán este, y cuáles son los efectos de la radiación sobre el ya de por sí castigado pueblo baluche.

«La gente solía ir al monte Raspoh a pasar el día, de picnic, a cazar... Era un lugar precioso donde la vida salvaje era en sí todo un espectáculo. Pero a mediados de los setenta echaron a la gente que vivía en la zona y, por supuesto, prohibieron el acceso a todo el mundo. Empezaron a hacer galerías y túneles que, en teoría, habían de servir para la explotación de cobre y oro en las recién inauguradas minas de Sandyak. Durante la dictadura del general Zia nadie sabía realmente qué era lo que ocurría allí.

Pero a finales de los 80 ya sabíamos que las obras en Raspoh no tenían nada que ver con las minas, que se escondía algo turbio tras todos aquellos movimientos de tierra. Llegaron periodistas de todas partes pero el Gobierno adujo que se trataba de un arsenal. La explicación pareció satisfacer a casi todos ya que Raspoh se encuentra en la frontera, y la guerra en Afganistán era una realidad. Era la excusa perfecta.

Al final se supo que la zona estaba siendo acondicionada para llevar a cabo pruebas nucleares. El BNP (Partido Nacionalista Baluche) y el resto de las coaliciones protestaron y hubo una gran reacción a todos los niveles. Pero Occidente apoyaba al general Zia porque los rusos estaban en Afganistán. Así las cosas, nadie hizo caso ni a los baluches ni a las organizaciones humanitarias que denunciaban aquello.

Oferta de dinero

El general Zia murió en 1988, un año antes de que los rusos se retiraran de Afganistán. Para entonces, lo que estaba ocurriendo en el monte Raspoh era ya una realidad de la que los medios daban cuenta a diario y, al final, Occidente se empezó a preocupar por el asunto. Los japoneses fueron los que incluso ofrecieron dinero a Islamabad a cambio de que suspendiera aquellas pruebas.

Las detonaciones se llevaron a cabo el 28 de mayo de 1998, justo después de que India hiciera las suyas en su territorio.

Pakistán seguía negándolo todo, por lo que Akhtar Mengal, entonces primer ministro del Gobierno baluche, acudió en persona al lugar a pedir explicaciones. La Policía en la zona le dijo que habían muerto tres personas, supuestamente por un «golpe de calor». La explicación podía ser creíble ya que esa región, Chagai, es una zona donde las temperaturas son a menudo extremas. Pero lo que confirmaba la peor de las sospechas era la muerte de varios camellos aquel mismo día. Es inaudito que un animal de éstos muera a causa del calor...

Todos reaccionamos muy mal: Punjab extrae todo nuestro gas y nuestro oro y nos condena al subdesarrollo más atroz; el 80% de los baluches es analfabeto y vive en la región más pobre y depauperada de todo el país. Por si fuera poco, Islamabad nos «premia» con cinco detonaciones nucleares cuyos efectos se dejarán notar durante generaciones.

Ahora sospechamos que están preparando más pruebas en la región de Gadain, a 25 kilómetros de Khuzdar. Es un lugar en el que dos montes muy próximos entre sí ofrecen un lugar perfectamente resguardado de la vigilancia de cualquier satélite. La gente está siendo evacuada y el acceso está ya totalmente restringido. Suponemos que esperarán a que India vuelva a detonar sus cabezas nucleares.

Cáncer

Nadie conoce el alcance exacto de la radiación sobre los habitantes de la comarca de Chagai. El Gobierno prohíbe el acceso a la zona y resulta imposible llevar a cabo ningún estudio sobre la población local. En cualquier caso, los médicos que hemos atendido a pacientes de la región hemos constatado un gran número de casos de cáncer de piel y, sobre todo, de ojos. Probablemente la radiación alcanzara los depósitos subterráneos de agua de los que depende la gente de la región, ya que aquí apenas llueve. Un paciente de Dalbandín que había estado en Raspoh me dijo que el granito negro había adquirido una tonalidad amarilla, y también el agua. Necesitamos que alguien saque una muestra de agua de Pakistán y la analice, ya que aquí ningún laboratorio se atreve a hacerlo por miedo a las posibles represalias que esto les acarrearía. Yo mismo no me atrevo a dar mi nombre real porque, muy posiblemente, el ISI (la inteligencia paquistaní) me mataría nada más publicarse esta entrevista».

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