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Final del Giro 2010

Verona cierra el telón a un gran espectáculo

Gustav Erik Larsson, de Saxo Bank, se llevó una contrarreloj en la que Nibali sufrió para mantenerse en la tercera plaza. Triunfo de Basso y adiós de Simoni.

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Arnaitz GORRITI

Lo bueno se acaba rápido. El Giro 2010, la ronda de tres semanas más espectacular del siglo XXI, de largo, tocaba a su fin confirmándose la victoria de Ivan Basso, cuatro años después de que conquistase su primera ronda italiana. La ciudad de Verona, cuna de Romeo y Julieta, también vivió la emotiva despedida de Gilberto Simoni. Un día sin duda emocionante en el que Vincenzo Nibali pudo, pese a todo, mantenerse en el tercer escalón del podio y que, a modo de trámite, tuvo en el sueco Gustav Erik Larsson -Saxo Bank- tras la contrarreloj final de 15 kilómetros a su héroe.

Salvo el duelo entre Nibali y Scarponi, en el que el joven corredor de Liquigas debió jugársela en el descenso después de verse contra las cuerdas tras el ascenso al alto de Torricelle, los favoritos salieron a no arriesgar y a mantener sus posiciones en unas tres semanas memorables. Y es que la presente edición de la corsa rosa ha dejado imágenes inolvidables: la etapa de Montalcino, con los Liquigas por los suelos y el dúo Vinokourov-Evans reventando la carrera en los tramos sterratos -sin asfaltar-, o la alucinante escapada de L'Aquila, en el que los grandes del pelotón, empezando, una vez más, por el Liquigas, jugando con desidia y con prepotencia, de modo que corredores de futuro como Richie Porte o gregarios de lujo como David Arroyo se convertían en verdaderas garrapatas -sobre todo el manchego de Caisse d'Epargne- difíciles de doblegar.

Ayer, hoy y mañana

Pero aún quedaban las grandiosas etapas de montaña donde Liquigas supo arreglar sus propios desaguisados. En la subida al Monte Grappa Vincenzo Nibali se terminó de destapar como corredor con opciones de ganar una ronda de tres semanas en el futuro, ya que baja casi mejor de lo que sube y contrarrelojea, Scarponi explotaba a base de regularidad y fuerza, igual que Ivan Basso, que aumentaba exponencialmente sus prestaciones del año pasado, sobre todo en las rampas de Zoncolan, Mortirolo y Aprica.

Por contra, otros corredores demostraron ser más de ayer que de hoy. Alexandre Vinokourov ha tirado de maestría para no hundirse, pero no ha terminado de estar al ritmo de los mejores. Cadel Evans arrancaba el Giro como el más fuerte, pero se ha ido desinflando, en parte porque no tenía un equipo que lo pudiera proteger y en parte por obcecarse en varias ocasiones con no descolgarse. Carlos Sastre, por su parte, demostró haber entrado en la cuesta abajo de su carrera. El madrileño ha sufrido en exceso los cambios de ritmo, y sus recuperaciones de diesel se han quedado cortas. Hombres como Cunego, Karpets o Garzelli simplemente han decepcionado.

Lo bueno se acaba y deja cierto aroma de tristeza, porque el drama continuo vivido en las carreteras italianas pasará, con todo merecimiento, a las páginas doradas del ciclismo

Ivan Basso: «Es difícil expresar en palabras la felicidad que siento»

La alegría serena, pero internamente exultante. Ivan Basso ofrecía un sinnúmero de sonrisas en la meta de Verona.

«Es muy difícil expresar en palabras lo la felicidad que siento. Ha sido un gran Giro, cuando en realidad no podía esperar llegar tan arriba en tan poco tiempo. No obstante, sí que era importantísimo poder verme ganador de otro Giro», dijo.

El ciclista de Varese tuvo palabras de elogio para sus compañeros. «Me he visto como un líder muy consistente por el afecto de mis compañeros. Ellos me han sostenido con una fuerza increíble».

A.G.

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