Sobre el papel, André Téchiné pudiera parecer el cineasta menos indicado para abordar un tema de dominio público, dado el carácter profundamente intimista de su cine, pero este veterano realizador sigue la tendencia moral que consiste en revelar el drama personal que se oculta detrás de las noticias y los grandes titulares de la prensa.

La chica de 23 años se inventó haber sido víctima de una agresión antisemita porque quería llamar la atención de su absorbente madre y del chico por el que estaba interesada. Ella pensaba que durante unos días le entrevistarían y la gente le mostraría su solidaridad, pero que luego se olvidaría todo y volvería a casa tan feliz. Lejos de ser así, nada más descubrirse su mentira se convirtió en una bola de nieve mediática que creció y creció, al generar un debate en el Estado francés sobre la persistencia del antisemitismo dentro de la mala conciencia histórica de una sociedad que no olvida el colaboracionismo bajo la ocupación nazi.

Catherine Deneuve es la dominante madre, que quiere encontrar un trabajo para su hija, para lo cual contacta con un exitoso abogado judío al que conoció en su juventud y que, por cosas del destino, acabará defendiendo a la joven en los tribunales.

Bajo su influencia, a Émile Dequenne le toca mostrarse como la chica insegura que se evade de la realidad montada sobre sus patines, sintiendo que flota. De ninguna de las maneras está preparada para lo que le espera, porque ni en sueños podía imaginar que su travesura iba a hacer intervenir al mismísimo presidente Jacques Chirac.

«La chica del tren» es la radiografía de un mundo en el que la privacidad ya no existe, hasta el punto de que un simple acto de rebeldía puede cobrar unas dimensiones desproporcionadas.