El sinsentido que domina en la industria de Hollywood llega hasta el punto de hacer un remake de una película estrenada hace menos de tres años, y que fue rodada originalmente en inglés. Como la versión norteamericana de la comedia inglesa «Un funeral de muerte» no puede cambiar el idioma, a algún genio se le ha ocurrido la gran idea de cambiar el acento. Ahora el funeral tiene lugar en el Sur de los Estados Unidos, con el protagonismo de una familia afroamericana. Pero lo más desconcertante de todo es que, en lugar de elegir a un director afroamericano de los muchos especializados en el género de la comedia, ponen el encargo en manos de Neil LaBute, tal vez porque abordó la problemática racial en su anterior thriller «Protegidos por su enemigo».

Peter Dinklage repite

Desconozco las razones por las cuales Dean Craig, autor del guión original, se ha avenido a reescribir su propia obra al servicio del lucimiento de la pareja de cómicos afroamericana formada por Chris Rock y Martin Lawrence, que ofician como anfitriones del funeral, por ser los hijos del difunto. Pero la nueva versión es un mero vehículo para dos humoristas que practican un estilo muy gestual que va encaminado a un público identificado con el consumo interno. No puede ir dirigida, en consecuencia, a los que entusiasmaron con el original inglés. La ironía desplegada contra la flema british desaparece, quedando únicamente la mecánica de los gags visuales, como el del cadáver cayéndose del ataúd.

Debido a ello permanece dentro del reparto el actor blanco de diminuta estatura Peter Dinklage, por ser quien desencadenaba la sucesión de alocadas escenas que rompían la seriedad que se le supone a una ceremonia fúnebre, echándola a perder por el lado del escándalo familiar.

La crítica ha masacrado la película sin piedad, al no admitir los apaños que se hacen para una transformación superficial que, en lugar de mejorar el material preexistente, lo desdibuja y despoja de su identidad.

Es posible que el mayor y único acierto del nuevo reparto sea la presencia del veterano Danny Glover, quien se encarga del papel del abuelo postrado en la silla de ruedas, apremiado por la urgencia de ir al baño, lo que también da lugar a un aluvión de situaciones disparatadas, todas ellas muy físicas. Es lo que podremos apreciar, a falta de la posibilidad de acceder a los diálogos sureños, otra vez más destrozados por el aséptico doblaje de turno.