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Análisis | Elección presidencial en alemania

La victoria de Wulff puede ser el comienzo del fin de Merkel

El 62% de los alemanes piensa que el bipartito de la canciller Angela Merkel (CDU) no terminará la legislatura.

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Ingo NIEBEL Historiador y periodista

El autor destaca que pese a conseguir que su candidato fuese nombrado presidente alemán, la canciller Angela Merkel se encuentra en una situación delicada, ya que ha mostrado la fragilidad de su coalición de Gobierno con los liberales.

Mientras la Alemania oficial celebra la investidura del nuevo presidente de la República alemana, Christian Wulff, el 62% de los alemanes piensa que el bipartito de la canciller Angela Merkel (CDU) no terminará la legislatura. La prensa, incluso la conservadora, señala a la jefa de Gobierno como la culpable de que la coalición no votase a Wulff en la primera vuelta a pesar de tener la mayoría absoluta.

Cuando ayer, el recién elegido presidente de Alemania, Christian Wulff, juró su cargo bajo la bandera nacional ante los presidentes de las dos cámaras del Parlamento alemán, su actitud hizo recordar su votación. El democristiano erró al pronunciar el juramento y tuvo que repetirlo. Así que consiguió convertirse en presidente a la segunda y no le hizo falta un tercer intento como el miércoles, cuando su elección se transformó en una sesión maratoniana de nueve horas porque el bipartito de la canciller Angela Merkel no logró reunir la mayoría absoluta de 623 votos a pesar de contar con 644 delegados en la Asamblea Federal. Al final, en la tercera vuelta, cuando hacía falta sólo la mayoría simple, Wulff sí obtuvo la absoluta con 625 votos.

Desde entonces hay interpretaciones para todos los gustos. El denominador común es que la culpa de ese desenlace no la tiene el nuevo presidente, sino su correligionaria y jefa de partido Merkel. Las voces más conciliadoras con la canciller opinan que algunos disidentes querían expresar únicamente su descontento. Esa opinión la pueden expresar sólo aquellos que no desean una ruptura del Ejecutivo porque llevaría a elecciones anticipadas y unos tantos diputados se podrían quedar sin escaño. De hecho, siempre ha habido votaciones de esta envergadura en la que los descontentos protestaron saboteando la mayoría absoluta. Pero nunca en la reciente historia alemana, aprovecharon cada una de las tres vueltas para mostrarle a su jefa de Gobierno y de partido que ella ya no tiene el más mínimo control.

Wulff, elegido por Merkel para el cargo de jefe de Estado y afectado por las luchas internas del bipartito, ha sido fiel a su autorretrato de ser «un constructor de puentes». En su primer discurso como presidente presentó la votación como «una competición justa». Pero la noche anterior había declarado en una entrevista en televisión: «En los próximos meses la coalición tiene que mostrar que es capaz de actuar». Como jefe de Estado, Wulff está exento de la disciplina de partido. Por lo tanto, tiene el derecho y el deber de pronunciarse libremente sobre el estado en el que se encuentran la política y el país. En su discurso inaugural anunció que en adelante hará uso de este privilegio ya que los poderes reales de un presidente alemán son mínimos.

Las palabras de Wulff hay que considerarlas como un doble aviso a la canciller: primero, porque desde su inicio el bipartito está dando una imagen de desunión debido a la permanente confrontación que existe entre los socios. Hasta ahora Merkel no ha sido capaz de mantener el orden en casa. De hecho, el diario «Süddeutsche Zeitung» habla de un «motín contra Merkel». Segundo, el método habitual de los cancilleres que quieren ir a elecciones anticipadas es escenificar una moción de confianza para perderla. En este caso es el presidente de la República quien ha de dar su visto bueno al adelanto de los comicios o no.

Que esta situación se puede dar en un futuro no tan lejano se desprende ante todo de la prensa conservadora. El barco insignia de la los poderes fácticos, el «Frankfurter Allgemeine Zeitung» (FAZ), comentó respecto a la elección del presidente: «La coalición puede neutralizar la impresión de una derrota si por fin empieza a gobernar». Y el diario conservador «Die Welt» habla ya de «la crisis de la Unión» en alusión a la CDU y añade: «Desde la elección, la autoridad de Merkel es cuestión de debate». La canciller se lo debe al presidente del comité regional de Baden Württemberg, Stephan Mappus, quien advirtió al bipartito de cuestionar la autoridad de Merkel.

Pese a todas estas circunstancias, la jefa de Gobierno ha optado de marcharse a los mundiales de fútbol en Sudáfrica para asistir al partido de Alemania contra Argentina. Quizás espera que una victoria de su selección más la época vacacional le salven de males mayores.

Según los actuales sondeos, la CDU de Merkel está rozando los 32 puntos (un plus de dos puntos), mientras que su socio liberal, el FDP, ha caído del 14%, obtenido en las generales de 2009, al 4%. El declive del Gobierno beneficia al Partido Socialdemócrata (SPD) y a los Verdes, que actualmente sumarían 45 puntos, al situarse el primero en 27 puntos y el segundo en 18 puntos. El partido Die Linke bajó un punto, hasta el 11%. Está por ver cómo le afectará su abstención en la elección del presidente. La formación izquierdista se negó a votar al candidato del SPD y Verdes, Joachim Gauck, por ser partidario de los recortes sociales y de la guerra en Afganistán, además de haberles exigido permanentemente distanciarse «de la dictadura de la RDA».

Ahora los perdedores hacen a Die Linke responsable de la derrota, aunque para su victoria Gauck habría necesitado no sólo los 124 votos de la izquierda sino también algunas decenas del bipartito de Merkel. El problema de Die Linke es que no había calculado la posibilidad de tener que posicionarse ante una tercera vuelta. Al final retiró a su candidata y casi todos sus delegados se abstuvieron. Esa actitud dará lugar a un debate interno que el enemigo político alimenta para que Die Linke se posicione en favor del actual sistema político desvinculándose definitivamente de la RDA socialista.

«Die Linke ha perdido una oportunidad», sentencia el copresidente de los Verdes, Cem Özdemir, mientras que el líder socialista Gregor Gysi se muestra optimista: «Por lo menos han hablado con nosotros».

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