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Ramón Andrés Contreras López En nombre de la Iniciativa Popular Sanfermines 78: Gogoan!

Sanfermines 78: mensaje en una botella

En torno a esos sanfermines, expresamos la idea en tres palabras: verdad, justicia y reparación Vivimos en una democracia vigilada y limitada. Que nació viciada por la regla de oro que marcó la transición: el olvido y el perdón para los crímenes franquistas

A las personas que formamos parte de la Iniciativa popular Sanfermines 78: Gogoan! nos une una idea relacionada con los acontecimientos de aquellos Sanfermines en Iruñea. Pero la idea que no trata de convertirse en palabra es una idea limitada y la palabra que no pasa a la acción es una palabra cercenada. En torno a esos sanfermines, expresamos la idea en tres palabras: verdad, justicia y reparación. Y nuestro empeño durante estos últimos años ha sido convertir esas palabras en acción; en realidad.

De modo similar a como actuaron las personas encarceladas en la cárcel de Ezkaba, cuando enterraron a los 131 compañeros fallecidos junto con una botella con sus datos personales, posibilitando, setenta años después, reparar, en parte, la injusticia y el olvido. A lo largo de estos años, hemos lanzado mensajes en botellas, con el objetivo de denunciar y reparar, siquiera parcialmente, la tropelía cometida.

Así, en junio de 2008, 70 profesionales del Derecho suscribieron un comunicado sobre los 30 años de impunidad. Este comunicado fue presentado al Tribunal Superior de Justicia de Navarra, al Parlamento de Nafarroa y al Defensor del Pueblo. A este último se le hizo un emplazamiento especial, acompañando al documento suscrito por los letrados y letradas uno específico en el que se solicitaba su mediación para obtener de las instituciones una Comisión de la Verdad, apoyada y presentada por personas que habían resultado heridas en aquellos sucesos.

En el año 2009, un grupo de 45 historiadores e historiadoras presentaron un documento en el que se posicionaban por «recuperar la historia en toda su extensión con un apoyo social» y denunciaban cómo «la Ley de Memoria de 2007 acotaba su espacio temporal hasta octubre de 1977, dejando fuera sucesos como los que nos ocupan, así como las dificultades existentes para investigar la transición, por la imposibilidad de abrir públicamente los archivos hasta después de transcurridos 50 años».

Con el impulso de esas personas, se consiguió que una moción franquease la muralla del trámite de urgencia y fuese tratada en el pleno del 2 de julio de 2009 por el Ayuntamiento de Iruñea. Pero, finalmente, la mayoría municipal de UPN y PSN impidió que este Ayuntamiento propiciase la creación de una Comisión de la Verdad.

En el presente año, más de 50 presidentas y presidentes y ex presidentas y ex presidentes de las peñas durante estos años han vuelto a presentar ante el Ayuntamiento una propuesta de moción, sin que en este caso haya merecido siquiera la consideración de pasar el trámite de urgencia.

Volviendo al principio, todo gravita en torno a una idea, expresada en tres palabras: verdad, justicia y reparación. Para nosotras y nosotros no se trata de un juego de nostalgia, sino de una elemental reivindicación democrática. Es incomprensible que Germán y Joseba (al igual que otras víctimas de la represión de los aparatos del Estado) sean excluidos de los reconocimientos que se hacen a otras víctimas, ya sea en disposiciones estatales o en la reciente Ley Foral de Ayuda a las Víctimas del Terrorismo, y mucho nos tememos que seguirán excluidas de la nueva ley que están pactando el PSOE y el PP en Madrid.

En 1972, tropas del Ejército británico dispararon a discreción contra la población civil de Derry, Irlanda del Norte, con el resultado de catorce personas muertas y varias docenas heridas de bala. Treinta y ocho años más tarde, y tras seis años de trabajo de una Comisión creada al efecto, el Gobierno del Reino Unido acaba de reconocer la responsabilidad de su Ejército en aquella masacre, pidiendo perdón público por ello. Aunque el tiempo trascurrido es excesivo para tan elemental medida, la cuestión es que aquí se está a años luz de poder vislumbrar algo semejante y la pregunta lógica que cualquiera se hace es por qué aquí cuesta tanto arrancar de las instituciones un pronunciamiento parecido.

Esto nos lleva a la constatación de la existencia en los aparatos del Estado Español de fuertes rescoldos franquistas, auténticos escollos para la existencia de una democracia plena y sin tutelaje. Vivimos en una democracia vigilada y limitada. Que nació viciada por la regla de oro que marcó la transición: el olvido y el perdón para los crímenes franquistas. Transición que, además, se fraguó sobre crímenes y agresiones como la de los sanfermines del 78, sin que exista el castigo por ello.

Estamos luchando contra la impunidad. Queremos que se revise la propia transición. Las leyes que la configuraron dejaron intocables elementos puntales del régimen anterior.

Esta constatación no es sólo nuestra; a ella han llegado también muchos jóvenes que no la vivieron, pero que padecen sus consecuencias. Sectores que constatan la justeza y la necesidad de romper con el cordón umbilical impuesto. Hoy, pedir verdad, justicia y reparación significa luchar contra los límites impuestos por el sistema.

Por todo ello seguimos en nuestra lucha, seguiremos lanzando mensajes y juntándonos cada 8 de julio, a la una del mediodía, en la estela de Germán, porque, parafraseando a García Márquez, «nuestra lucha es por arrojar a los océanos del tiempo una botella de náufragos siderales, para que el universo sepa de nosotras y nosotros lo que no han de contar las cucarachas que nos sobrevivirán: que aquí existió un mundo donde prevaleció el sufrimiento y la injusticia, pero donde conocimos el amor y donde fuimos capaces de imaginar la felicidad», y sobre todo que tuvimos la osadía de luchar por cambiarlo.

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