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San Fermín 2010

Iruñea, fiesta mundial

Es muy duro esperar a que el calendario dé toda una vuelta pero, con paciencia, acaba llegando la ansiada fecha. La multitud que se congregó en la Plaza Consistorial confirmó esas ganas de juerga tan deseadas, alejando por unos instantes la crisis que planea sobre nuestras cabezas. San Fermín puede con todo y no iba a ser una fútil coyuntura económica quien arruinara el «momentico» del patrón de la fiesta.

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Natxo MATXIN

Dicen que no pasamos por un buen momento para el bolsillo, es cierto, pero el ser humano necesita de episodios donde descargar su adrenalina y olvidarse de sus diarios problemas económicos. El chupinazo sanferminero fue, por unos minutos, la catarsis de un pueblo llano que necesita expandir y expresar su alegría en la calle, a la par que olvidarse sin cortapisas de todos los contratiempos a los que debe hacer frente el resto del año.

Tan es así que la imagen de la Plaza del Ayuntamiento iruindarra no desmereció para nada a anteriores ediciones. Desde luego, no se podía esperar otra cosa de una fecha tan señalada. Los Sanfermines son las fiestas mundiales por excelencia y ello obliga a llenazo sin contemplaciones en la céntrica plaza iriundarra. Las expectativas de agobio y marea humana se cum- plieron como era previsible.

Las cercanías del edificio consistorial se tiñeron de un rojo intenso, mezclado con el burbujeo del cava y el refrescante chorreo de quienes, desde los cercanos balcones, hacían más sopor- table la espera de un inicio festivo con un baldeo acuífero predestinado a hacer más soportable una situación climática que rayaba lo soportable.

Ni que decir tiene que la temperatura a pie de adoquín estuvo al límite de lo humano y sólo la aparición del kiliki Caravinagre y del cabezudo Alcalde, flanqueando en ambos balcones a su «jefe», Mari Ganuza, anunciaba que la espera no había sido en vano y que el inicio de la fiesta era inminente. Minutos antes de la irrupción de dos de los personajes más emblemáticos de la Comparsa de Gigantes y Cabezudos, la euforia de uno de los timbaleros encargados de dictaminar horario al tradicional acto ponía el preámbulo al desmedido jolgorio.

«Iruñatarrok, gora San Fermín»

Al igual que las manecillas del reloj, el clímax de la fiesta se iba acercando. Las olas que agitaban la marea humana concentrada en torno al Ayuntamiento anticipaban el desfase que se va a prolongar por espacio de nueve días sin tregua. Recluidos en el bolsillo, los hasta entonces olvidados pañuelos recobraron un protagonismo inusitado.

Como un reflejo al que no se puede poner freno, los miles de personas concentradas ante el edificio consistorial sacaron a relucir sus lienzos encarnados, prestos a oír el rasgado recorrido de un cohete que permitiera anudar el emblema sanferminero por antonomasia a los cuellos de una masa enfervorizada con todas las ganas del mundo por iniciar el desmadre.

«Iruñatarrok, Gora San Fermin» fue el grito de guerra de Ganuza para dar pie al comienzo de una fiesta universal que en esta ocasión rindió homenaje al 150 aniversario de la Comparsa de Gigantes y Cabezudos iruindarra, coincidiendo con el turno que le correspondía a la izquierda abertzale de lanzar el chupinazo, como ya ocurriera en 2000 con Osasuna y su ascenso a Primera, y el San Antonio un año después.

La tercera ocasión en la que alguien ajeno a la corporación municipal ha disparado un chupinazo y que, en esta oportunidad, mereció tal privilegio por tratarse un organismo que ha trabajado de manera especialmente activa durante siglo y medio en la participación de estas universales fiestas.

«Tranquilo y disfrutando del ambiente que había en la plaza», fueron las primeras impresiones del máximo responsable de la comparsa, instantes después de protagonizar el lanzamiento de un cohete que abrió la espita festiva. «Es un premio a todos los miembros de la comparsa que en estos 150 años han pasado por ella y a la gente que ha colaborado en este tiempo», compartió Guzmán, como un reconocimiento a todos aquellos que han puesto su granito de arena durante todo este tiempo para que gigantes y cabezudos sean una parte primordial dentro de la fiesta, especialmente entre los más txikis.

Ganuza prendió la mecha en el balcón noble del Ayuntamiento pero, a partir de ese momento, el jolgorio estuvo a ras de tierra. La fiesta había comenzado y ya no había tregua para el descanso a lo largo de algo más de una semana. Nueve días con un programa repleto de todo tipo de actos -alternativos y oficiales- para disfrutar y pasarlo bien, tanto en cuadrilla como acompañado de la familia.

Nadie quería abandonar el recinto donde se había dado inicio a la fiesta y el personal esperó hasta la salida de los gaiteros para disfrutar de sus primeros acordes, repletos de intensidad en los primeros minutos de la fiesta. Luego cada uno desfiló hacia la zona de la ciudad donde se sintió más identificado con la forma de pasarlo bien. De momento, la crisis existe, pero se sobrelleva de la mejor manera posible.

El símbolo por los presos toma la Plaza pese a una carga con un detenido y varios heridos

La pelea para introducir símbolos vascos en la Plaza del Ayuntamiento se ha convertido en una especie de juego del gato y el ratón desde hace años. Esta vez ganó el ratón, como es sabido más escurridizo que el pesado gato, que se limitó a descargar su furia a golpes contra quienes intentaban hacer llegar a la Plaza una ikurriña gigante. Hubo un detenido, Imanol Salinas, y varios contusionados, con heridas en la cabeza producidas en algunos casos con porras extensibles. Pero mientras la Policía española trataba de impedir el acceso de banderas vascas o símbolos, una gran banderola por la repatriación se coló en el medio de la Plaza, antes de las 11.30.

Los cámaras y realizadores de TVE no debían estar muy instruidos esta vez, o simplemente la pancarta resultaba imposible de ocultar por su ubicación central, pero el caso es que en los siguientes 30 minutos la televisión pública española fue altavoz de la demanda de «Presoak Euskal Herrira».

Mientras, los municipales se afanaban en tratar de vetar la ikurriña gigante que se intentaba hacer presente también en la Plaza. La presión fue tal que el portal en que se encontraba la enseña fue cercado por los policías, que se abalanzaron contra la enseña cuando fue lanzada por un balcón con la colaboración de los vecinos. Se produjeron varios porrazos e Imanol Salinas fue detenido cuando acudió a sanar sus heridas en el ambulatorio Soltxaga.

Faltaba por ver si la ikurriña ondearía en el balcón del Ayuntamiento, blindado por la Ley de Símbolos. Y también. Fue una mano díscola la que la sacó desde el segundo piso, durante unos dos minutos y también ante las cámaras de televisión, para desesperación de concejales de UPN como Ignacio Polo, que otros años se han empleado a fondo para impedir que la bandera vasca salga en pantalla. «¿Quién ha sido?», preguntaba inquieto en el interior de los salones municipales. Mientras, Mariné Pueyo, cabeza de lista de la izquierda abertzale en Iruñea, no tenía que mostrar ikurriña. Simplemente la llevaba puesta, a modo de camiseta.

Los símbolos vascos, pues, estuvieron presentes en el último chupinazo de la legislatura en el Ayuntamiento. Y no sólo ahí. Entradas a la ciudad como la de Monasterio de La Oliva amanecieron jalonadas de pintadas en favor de la independencia o de los presos.

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