Maite SOROA | msoroa@gara .net
Catalunya como drama
La verdad es que los ejemplares más ariscos del nacionalismo español se lo toman todo a la tremenda. En «Periodista Digital» dí con un artículo de Pedro Fernández Barbadillo que parecía escrito con bilis y no con tinta.
Según Fernández Barbadillo «el Tribunal Constitucional, dominado por andaluces, como decía el racista Enric Juliana, ha reconocido el aborto del estatuto catalán. Cataluña es independiente de hecho; debe serlo también de derecho para que el resto de los españoles tiremos las autonomías por la borda y nos salvemos». Se le ve enojado, ¿verdad?
Lo de Catalunya les ha sacado de quicio y una no termina de entender tanta alarma, pero se ve que el asunto es serio. Miren lo que proclama el encencido columnista: «Tal vez para ser libres tengamos que hacer como el lobo atrapado en un cepo: amputarnos una extremidad». Enojado hasta la autolesión.
No se crean que para ahí el tío: «A las chulerías de Carod, Joan Laporta y de Montilla, que no valdrían más que para conserjes en una oficina municipal -y que me perdonen los conserjes-, les contesto lo siguiente: ¡¡Que se vayan de una puñetera vez y nos dejen en paz!! Que se queden con el oasis, con el Barça, con el Archivo de Salamanca, con el aeropuerto de Lérida, con la tumba del golpista Companys, con el cava, con Montserrat, con las autopistas de peaje que construyó Pujol, con La Caixa, con sus embajaditas, con sus selecciones de bolos, con Gas Natural, con el Liceu, con Pascual Estevill, con los bienes religiosos de la Franja, con la infanta Cristina y Urdangarín...». Pues seguro que a Carod y compañía les parece bien. Bueno, lo de la infanta y marido no sé, no sé...
Y a los del PSOE también les toca lo suyo porque, dice Fernández Barbadillo, «Nos asustan los progres con que España se romperá porque el Tribunal Constitucional raspa un poco del nuevo estatuto catalán. No es que se hayan vuelto patriotas; es que sin los diputados socialistas catalanes, sin los de CiU, sin los de ERC y sin el de ICV, el PSOE perdería el Gobierno. Y para mantenerse cogidos a la teta, los progres están dispuestos a entregar todo el Estado a una oligarquía y destrozar la Nación». Son tremebundos los del nacionalismo radical.