ANÁLISIS Resistencia naxalita
La guerrilla maoísta sigue condicionando al Gobierno indio
El autor analiza la actividad de la guerrilla maoísta, que ha intensificado sus acciones armadas, y el creciente apoyo por parte de la población india, una situación que ha convertido al PCI (M) en la principal preocupación para las autoriades de Dehli.
Txente REKONDO Gabinete vasco de Análisis Internacional (GAIN)
En los últimos meses, las fuerzas del PCI (M) han atacado las infraestructuras de la red ferroviaria y las torres de telecomunicaciones y de de electricidad, y también se han incrementado las acciones armadas contra otro tipo de infraestructuras y símbolos estatales, así como contra determinadas compañías mineras que están explotando los recursos y las tierras de diferentes grupos étnicos que hoy en día están dentro de las fronteras del gigante indio.
A todo ello hay que sumar la sucesión de ataques contra las fuerzas de seguridad indias y contra los grupos paramilitares de apoyo a éstas, así como contra los colaboradores del aparato estatal en las zonas donde opera la guerrilla maoísta.
La «preocupación» del Gobierno crece y está avalada, además, por datos recientemente publicados. Si en 2002 la guerrilla maoísta operaba en algo más del 10% del territorio federal, hoy supera el 40%, con una presencia importante en veinte de los veintiocho estados que conforman India, donde reside un tercio de la población india.
El año pasado el conflicto se cobró la vida de más de mil personas y desde el inicio de 2010 se han superado las quinientas víctimas mortales. Si la intensidad y frecuencia de las acciones armadas sigue aumentando, es muy probable que el balance supere al de 2009.
La combinación de su estrategia armada con la labor política, y los cada vez más exitosos bandh (paros generales), está dando frutos a la guerrilla maoísta, que además ha sabido ganarse el apoyo de las tribus locales que luchan contra el expolio de sus tierras por parte deempresas multinacionales.
Lo que en su día se presentó como el «corredor rojo», que se extendía desde el Estado de Andhra Pradesh hasta la frontera con Nepal, y donde la implantación maoísta era muy importante, se ha quedado pequeño. Esa «mancha roja» que algunos medios utilizan para escenificar la presencia del PCI (M) en los estados indios se está extendiendo como una mancha de aceite por otras zonas de India, siguiendo la planificación maoísta de «intensificar la guerra popular por todo el país».
Además, las condiciones que sustentan la existencia y el propio avance de la guerrilla pueden hacer que ésta dé el salto a las zonas urbanas, lo que en el futuro supondría un importante «quebradero de cabeza» para el Gobierno de Delhi.
Los dirigentes indios llevan tiempo moviéndose entre la clásica política del palo y la zanahoria. Algunos políticos cualificados hablan de entablar contactos con los maoístas, pero la estrategia gubernamental pasa por utilizar todos los resortes armados a su disposición. Hace unos años fue la llamada salwa judum (campaña de paz), que buscaba aniquilar, una vez más, a las fuerzas guerrilleras, y que como en otras ocasiones fue un sonoro fracaso, aunque causó decenas de muertes de civiles y miles de desplazados.
Recientemente el Gobierno de Delhi ha puesto en marcha la llamada «Operación Caza verde», que se ha mostrado como un claro apoyo a las demandas de las grandes compañías mineras, preocupadas por la escalada guerrillera, y que, como las anteriores campañas, va a resultar un estrepitoso fracaso.
Los líderes indios han dado, además, otro paso más en su escalada represiva, prohibiendo decenas de organizaciones y movimientos sociales y políticos, acusados de ser parte de la estructura maoísta. Sin embargo, muchas de esas organizaciones no tienen relación con la guerrilla y no son sino grupos de defensa de derechos humanos, ONG críticas con la política del Gobierno. En definitiva, Delhi busca acallar las voces críticas con su política represiva.
Un analista local señaló recientemente que el Ejecutivo ha contribuido a generar más violencia y «de la guerra contra los maoístas se ha pasado a la guerra contra las tribus locales», porque, recalcó que, en definitiva, el «objetivo de la Campaña Caza Verde es expulsar a las tribus de sus tierras, para contentar las ambiciones de las compañías mineras». Parece que la filosofía de Bush y sus aliados también se ha implantado en India, y el Gobierno indio tiene claro que todo el que no se pliegue a estrategia está contra él.
India presenta una imagen de un gigante en crecimiento. Intenta mostrar la «fotografía oficial» que esconde y maquilla los verdaderos pilares de ese retrato, que no son otros que la suma de intereses y esfuerzos de las fuerzas reaccionarias, de las grandes corporaciones y empresas locales y transnacionales y un sistema feudal que todavía impera en India.
Si nos acercamos a «la otra India» y a las condiciones que tiene que afrontar la mayoría de su población tal vez sea más fácil entender el auge de la guerrilla maoísta y el apoyo que está cosechando. La pobreza, la sucesión de políticas negligentes hacia el mundo rural (en claro apoyo a los señores feudales y terratenientes), el desempleo y el hambre son parte de la cruda realidad que soporta.
Y mientras eso ocurre, los dirigentes políticos de los partidos tradicionales, las castas dominantes, los empresarios y terratenientes, las compañías extranjeras... siguen acumulando los beneficios que esa política de exclusión genera para sus propios bolsillos e intereses.
Por ello, el origen de la actual guerrilla maoísta no hay que circunscribirla a las últimas décadas (desde las protestas de finales de los 60 en Naxalbari), las experiencias de manifestaciones y protestas armadas de los explotados campesinos indios se remonta varios siglos atrás. Las diferentes experiencias que han venido sacudiendo la historia más oculta de India muestran esos choques entre campesinos y tribus locales y los sectores que siempre han llevado las riendas del dominio en esa región (las luchas contra la autoridad británica, la revolución Sannyasi en Bengal en el siglo XVIII, la revuelta agraria en Bihar en el siglo XIX...).
Por eso, cuando los dirigentes indios apuntan a alguna «mano extranjera» (China, Nepal) entre las razones del auge maoísta actual, cabría recordarles que un somero repaso de la historia de India (más allá de la oficial) y una mirada detenida a los pilares que sustentan tanta injusticia bajo el manto propagandístico de la «mayor democracia del mundo», serían suficientes para entender las raíces de la actual insurrección maoísta.