Para zurrarle la badana a Zapatero, algunos se remontan hasta los tiempos de la Roma clásica. Luis María Ansón -que tal vez fuera coetáneo suyo- citaba ayer a Cicerón en «El Mundo» para recordar que «cualquier hombre puede equivocarse pero únicamente los necios perseveran en el error». Se refería, claro, a las negociaciones del Gobierno español con ETA.

Según Ansón, «el presidente dadivoso se ha enorgullecido del inmenso error de la negociación con Eta y ha declarado que, gracias a su proceso de rendición, la banda está acorralada. ¡Qué cosas hay que leer!».

Según el veteranísimo columnista, todo obedece a la vanidad zapateril. No se pierdan el siguiente párrafo: «Zapatero tuvo la ocurrencia de presentarse a las elecciones como el gran pacificador. Incluso las alabanceros monclovitas le susurraron al oído que podía ser premio Nobel de la Paz como Pérez Esquivel o Rigoberta Menchú. Abrió con Eta una negociación política de tú a tú, en la que hizo todas las concesiones que exigían los terroristas, Navarra incluida». ¡Qué le importa la verdad a Ansón si la frase suena contundente!

Y ahora advierte de lo por venir: «Próximas las elecciones municipales, que son vitales para la financiación de Eta, la banda ha empezado a hacer gestos para torear a Zapatero el de las mercedes y conseguir que uno de los brazos políticos de los terroristas se presente, las pistolas sobre la mesa, para seguir mangoneando en algunos pueblos». Es muy curioso comprobar cómo les traiciona el subconsciente a algunos. O sea, que gobernar un municipio por mandato de la ciudadanía es «mangonear»... así entienden algunos la política.

Para el final deja los llamamientos, casi desesperados: «Zapatero, en fin, resucitó a la Eta que Aznar dejó moribunda. Ahora podría proporcionar a la banda nuevos balones de oxígeno si no se denuncia con claridad lo que bajo cuerda se está urdiendo. Zapatero, el embustero, pretende de nuevo engañar a la opinión pública. Entre todos debemos cegar los caminos que conducen a la negociación política con Eta».

Ya ven, Ansón se ha confiado la misión de sabotear todo lo saboteable. O sea, que a partir de ahora leeremos cosas terribles. Al tiempo.