Para hoy está prevista la llegada a Madrid de otros nueve presos cubanos. Serán recibidos en España, a decir de Moratinos, «para darles esa oportunidad de libertad que no tenían en Cuba» (Wow!). La cosa es que no sabemos muy bien por qué no tenían esa oportunidad. Es decir, qué delito les llevó a prisión, y qué condena merecería ese mismo delito en, por ejemplo, el Estado español, que es una cosa que nos vendría muy bien conocer. No es por fastidiar, eh, es por comparar, sin más. Tampoco sabemos por qué Moratinos no brinda la misma oportunidad a Antonio Herrero, Fernando González, Gerardo Hernández, Ramón Labañino y René González, los cinco presos políticos encarcelados en EEUU y que también, qué cosas, son cubanos. O menos cubanos, o menos presos, al parecer, que aquellos con los que España pretende dar lecciones de derechos y libertades a Cuba.

Es posible que cuando los periódicos cierren su edición de mañana, otro palestino haya sido asesinado por soldados israelíes. Y que otro barco con ayuda humanitaria haya sido bloqueado por Israel. Es posible, también, que otra adolescente haya sido torturada y asesinada en Ciudad de Juárez. Que otro líder de una comunidad de Oaxaca haya sido emboscado y tiroteado. Es probable que otro joven hondureño haya desaparecido tras ser detenido en una movilización. Es fácil que otro mapuche haya sido asesinado por la espalda por carabineros chilenos. Que otro prisionero vasco haya sido apaleado en su celda o en un furgón policial. Que un juez español declare el archivo de una nueva denuncia de torturas. Pero es seguro que en la prensa española, la noticia será la llegada de otros nueve presos cubanos. Un gran paso para la humanidad.