Raimundo Fitero
El lago durmiente
En los lugares donde existen monstruos en los lagos que aparecen cada verano para alegría de becarios y autoridades varias, es más fácil que cuando alguien llama a la puerta a las cuatro de la madrugada sea el vecino que llega con un colocón y se ha dejado las llaves. Pero si los lagos están secos, informativamente hablando, si la necesidad de aparecer en la tele es algo irresistible, es bastante normal que se monten operativos policiaco-políticos que intenten abarcar todos los titulares de los medios de comunicación. El monstruo del lago Ares ha aparecido este año con una historia larvada, con una venganza personal, con algo que se incardina dentro de una actitud desesperada.
No nos cansaremos de señalar el desajuste de algunos periodistas. Si se acaba de saber que a Sara Carbonero, Carles Francino y Ángeles Barceló les falta una o varias asignaturas para acabar su licenciatura, a muchos otros les falta una asignatura primordial: el respeto a todos, especialmente a la verdad; la imprescindible necesidad de comprobar las noticias, el pudor profesional de no ser más papista que el papa y saber que en todos los asuntos relacionados con los servicios secretos de todos los cuerpos y fuerzas de inseguridad del mundo mundial, se intoxica, se amplifica, se miente y nunca se rectifica. No es que los detenidos sean supuestos por estética, es que lo son por ley. Y si los familiares, amigos, correligionarios, policías, jueces y otros seres dedicados a montar el número exageran, se pasan, el periodismo tendría que poner un cerco de objetividad, no abundar, no ponerse al frente de los adjetivos y las injurias.
Y lo han hecho tanto en esta ocasión que uno siente en el fondo una sensación extraña. Están tan fuera de madre, tan exhaustos en crear lírica ante un hecho del pasado, tantas ganas de despertar el lago durmiente de ETA que algo bueno está sucediendo, no para los detenidos a los que les marcarán en su cuerpo su noción de la democracia, sino en general para el futuro inmediato. Están muy nerviosos y en este caso han respondido de una manera tan infantil, que solamente puede significar que algo bueno se avecina.