Crónica | Gasteizko jaiak
Ni Celedón se salió del guión en una bajada que volvió a ser multitudinaria
Seguid», les emplazó Celedón desde la balconada de la iglesia San Miguel a sus miles de fieles. Seguid cantando, sí, pero también seguid de fiesta durante estos casi seis días de fiesta
Joseba VIVANCO
«¿Me saca una foto?», me pide amablemente Alicia, una joven boliviana de 22 años a la que esta tarde le han dado el día libre. Son las tres de la tarde. Faltan otras tres vueltas a las agujas del reloj para que Celedón tenga una casa nueva. «Es la primera vez que lo voy a ver», se confiesa casi indiferente. «Me han dicho que hay mucha gente, por eso he venido pronto», dice. «Lo que no entiendo todavía es porqué baja...». ¿Y qué más da? Pues al conocido historiador local José Mari Sedano y uno de los artífices de la idea sí le da igual.
«Ante la reiterada alusión que se viene haciendo todos los años afirmando que lo hicimos en memoria de Celedonio Anzola, el aldeano de Zalduondo, bien claro, repito, que semejante aserto es totalmente falso, más bien una invención», escribía tajante en la revista de la Cofradía de la Virgen Blanca de estas fiestas.
Pero si a Alicia le intriga la populosa bajada, unos metros más allá, a Eneko, Jonathan, Iker, Gemna, Miren e Iker ni les preocupa. «Merece la pena venir tan pronto a pillar sitio», responde uno de ellos. «Entre la bebida y así el tiempo se pasa rápido», añade un compañero. Tienen todos entre 16 y 18 años y el ``arsenal'' de alcohol lo han traído en el habitual carro de supermercado. Vino del Carrefour, ``Pesi'' de a un euro que promociona Fernando Torres y alguna botellita de champán, que no «champang» como anuncia un ultramarinos chino cercano, cuyos dueños deben de ser de Guandong, a 2,5 euros la unidad -el Dubois se vendía como churros los días previos a 1,80-.
Con el lento transitar de los minutos y un cielo que amenaza pero no descarga, cada vez más cuadrillas de gente joven dirigen sus pasos hacia el centro neurálgico de la fiesta, la plaza de la Virgen Blanca. El tedio de la espera, sólo soportable si uno se dedica a apostar si la ``peña'' trae más bolsas de Eroski que de Carrefour, lo rompe la llegada de los bienvenidos para unos, detestables para otros, sombreros de una conocida marca de telefonía que tiñe la plaza de naranja los últimos años. Alicia, la joven boliviana, seguramente ha creído que este color es el tradicional de la bajada de Celedón. Son las cuatro y media de la tarde y comienza el atropellado reparto. En una hora, el lugar es una auténtica marea naranja.
La plaza gana en ambiente. Falta una hora y muchos han dado ya rienda suelta a su sed. En la carretera de Altube que conduce a Gasteiz los paneles de tráfico invitan a que «si bebe, no conduzca». Uno de los consejos de la Cruz Roja en los días previos a las fiestas eran el de «no abusar del alcohol». Pero corren malos días para la música, al menos en agosto. La peregrinación hacia la Virgen Blanca viene acompañada de bolsas cargadas de bebidas, donde la garrafa de agua sólo tiene el cometido de dejar sitio para mezclar el vino y la Coca Cola o aliños de peor resaca.
Los minutos corren en el reloj de San Miguel. En la plaza, algunas ikurriñas solitarias compiten en colorido con otras colombianas, alguna brasileña y alguna más de Paraguay. Incluso dos argelinas cuelgan del mismísimo monumento a la Independencia. ¡Parece el Mundial!... pero aquí no se ve ni una ``roja''. En la balconada de San Miguel, representantes de la izquierda abertzale y de EA, entre otros asistentes, exhiben camisetas en favor de la oficialidad de las selecciones vascas. Patxi Lazcoz, el alcalde del PSOE, luce una con el lema ``V-Green Capital'', para defender la capitalidad verde de la ciudad...
Falta media hora y en el cielo hace aparición un helicóptero. No, no es del nuevo canal de turismo del Gobierno de Lakua, es de la Ertzaintza. Pero desde allí arriba seguro que no divisan lo que la gente puede llegar a hacer cuando le ponen una cámara de televisión delante. Un grupo es invitado a cantar la de «Celedón tiene una casa nueva», hasta que uno cambia el estribillo y suelta un guiño provinciano con lo de «Celedón se tira a Marijaia...». Y es que el alcohol es mal consejero.
Comienzan a caer los primeros baldes de agua desde algunos balcones; el cava barato ha empezado a descorcharse hace rato. En la balconada, tras el cohete que espera ser disparado, los cuatro encargados de su lanzamiento se asoman impacientes y emocionados. Tres minutos, señala con sus dedos uno de ellos. La espera ha sido larga. «Que son las seis, que tiren el cohete», se queja una señora. Y en eso que prende la mecha y los segundos se hacen eternos, lo mismo que el tiempo que pasa hasta la aparición del Celedón de carne y hueso unos minutos después.
Baja Celedón
Estalla el cohete y al mismo tiempo los corchos vuelan, en la plaza el efecto invernadero aumenta en cuestión de segundos, nadie se salva de ser empapado por cava o kalimotxo, salta confeti por una esquina, seguro que hay hasta efusivos besos por no decir morreos... es la fiesta en estado puro. La tonadilla de Celedón se repite más que la retreta de San Prudentzio. Surca el cielo el muñeco. Ya no quedan botellas que descorchar. Se esconde tras la tela al final del trayecto, pasan los segundos, interminables, ¡y aparece Gorka Ortiz de Urbina, perdón, Celedón! Seguro que el café bien cargado en el Bujanda le ha dado fuerzas. Eso, y la ``escolta'' se sesenta blusas y algunas neskas que le protegen durante los próximos 115 metros hasta las escalinatas de San Miguel. «Si con los municipales no funcionaba y ahora sí, a lo mejor la ciudad funciona mejor sin municipales...», filosofea uno aún sobrio.
Gorka estrena txapela en su décima aparición y quizá por eso llega con ella en la mano a las escalinatas. Si él arriba casi exhausto, qué decir de su cohorte de blusas y neskas. Agua es lo que beben, empapados en sudor. Se abrazan y saludan. Luego, aplauden al gentío por su comportamiento. Entretanto, Celedón accede a la balconada. Con voz agotada, grita los habituales vivas a Gasteiz, las fiestas, la Virgen Blanca y Araba. La gente le sigue. Vuelve a repetirlos. Y le siguen. De repente, se callan, y el grita «¡seguid!». El gentío espera unas palabras, pero de su boca sólo sale un «mila esker» y de nuevo el cántico.
De pronto, la plaza se sume como en un bajón generalizado. Unos minutos postcoitales de los que muchos se recuperan al grito de «no seas rata, el agua está barata». El agua fluye de balcones y ventanas de todas las calles adyacentes, mientras la brigada municipal de Limpieza se lleva por delanta vidrios y basura y cualquiera que se despiste. Celedón ha puesto de su parte. Ahora le toca al resto. Hoy es el día grande para los gasteiztarras. Día de blusas y neskas. la fiesta está echada.
Una pancarta de «Jon gudari» se descolgó desde el monumento central de la plaza, mientras se podía leer en grandes letras verdes la palabra «Independentzia», junto a algunas banderas pro amnistía. Hoy, es el Presoen Aldeko Eguna y a las 21.00 hay manifestación desde la Virgen Blanca a las txosnas.
El Gaztetxe gasteiztarra es otra de las alternativas para combinar las idas y venidas durante la fiesta. A partir de las 23.00, cada día, concierto, con los más diferentes grupos. En lo alto de la colina gasteiztarra, el Gaztetxe también ofrece buena fiesta.
Una docena de txosnas en las que se celebrarán actuaciones musicales, comidas populares y otras actividades, aguardan desde ya a gasteiztarras y foráneos. ¡Hasta el propio alcalde recomienda pasarse por allí! Y si eso no te convence lo harán sus bocatas.
La comitiva de blusas y neskas que protegió a Celdón en su paseíllo por la Virgen Blanca le acompañó portando una ikurriña con el Zazpiak bat. Hoy, a las 13.15 homenajean como cada año a la enseña nacional vasca en un acto en la Plaza Nueva.
La conexión que ETB hizo del inicio de la fiesta gasteiztarra fue muy pobre, a juicio de gasteiztarras que tuvieron que seguirlo por televisión. Su última conexión fue apenas dos minutos antes del chupinazo. ¿Qué querían evitar, las pancartas?