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El recinto de las txosnas festeja su aniversario abierto hasta el amanecer

El recinto de txosnas de La Blanca festejaba ayer su día, en su treinta aniversario, y lo hacía redoblando esfuerzos, con una comida para más de doscientos comensales, como plato fuerte. Este fin de semana aguardan un aluvión de gente, pero por ahora se dan más que por satisfechos del ambiente vivido en lo que llevamos de fiestas. La música allí sigue sonando fuerte, los bocatas siguen siendo únicos y, eso sí, si alguno busca algo más, «jaietan sano ligatu», proclaman.
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Joseba VIVANCO |

Las txosnas no cierran. O sí, pero no. O mejor dicho, abren cuando cierran... o cierran antes de abrir. ¿Se aclaran? Puede que el próximo lunes ni ellos mismos lo sepan. Ayer celebraban el Entxosnazio Eguna, a mitad entre la resaca fiestera del Celedón y La Blanca y el fin de semana que espera más visitantes foráneos. Y lo celebraron con la tradicional comida, ahí es nada, con menú incluido para vegetarianos, «que este año son más, unos cuarenta o así», apunta Alberto, uno de los cocineros de Boilur que a media mañana hacían un descanso para el merecido hamaiketako.

El recinto txosnero se desperazaba como otro día cualquiera, aunque el ajetreo era mayor en la carpa comunitaria, donde todas las manos para preparar la intendencia de la comida eran pocas. Ayer, el aliciente era la feria ecológica que repite por segundo año, con algunos puestos menos esta vez, pero ideal para llenar una cesta de la compra sin prisas ni colas, y todo sano, sano.

La mayoría de txosnas tenía aún echadas las persianas, pero en la de AHT Gelditu! se podía ya echar una caña, como hacían algunos. Otros, aprovechaban la cercanía del juego de bolos para echar unas partidas. La ``famosa'' rana de las txosnas seguía intacta, sola y sin resaca, a pesar de lo que lleva tragado. Los equipos de limpieza daban sus últimos manguerazos, mientras todavía un par de restos humanos seguía durmiendo el sueño de los trasnochadores. «Las ocho de la mañana es la hora impepinable para cerrar porque llega la brigada de limpieza y empiezan a venir los distribuidores de bebidas», comentaba Manu, uno de los ``coordinadores'' del recinto, que hace de guía txosnero.

«Las cinco de la madrugada suele ser la hora en la que más o menos las txosnas pequeñas cierran y el ambiente pasa a la carpa grande. Pero el día del Celedón ni se cerraron», detalla. Eso sí, insiste, a las ocho de la mañana, «música de Pantxoa eta Peio y todos a casa».

Sólo han pasado dos días, pero el balance ya es bueno. «El primer día mucha gente, con Betagarri, aunque llovió algo, estuvo a tope. Y el jueves, aunque menos, también estuvo bien. Por la recaudación que comentaban, nos damos por satisfechos, mejor que el año pasado, y esperando ya el fin de semana», comentaba Manu.

A la espera del fin de semana

Para esta sábado se espera una buena afluencia de gente -hay también manifestación de Esait-, el domingo «será un poco para los de casa, por eso hemos organizado un karaoke, para reirnos de nosotros mismos», y el lunes, la espuela, suele ser un día con mucho ambiente «porque los bares del casco cierran y todos se vienen aquí».

La oferta txosnera son las doce barras instaladas y su inmejorable ambiente. Uno se puede acercar incluso a cenar cualquiera de los afamados bocatas que se sirven, o, la novedad en la carpa grande, las raciones que este año han sustituido a los platos combinados: tapas de mejillones, alitas de pollo, bolas de bacalao, chorizo a la sidra, croquetas... Insaciable. Y los precios de las consumiciones apenas han variado, diez céntimos más caros que el año pasado en la kaña o el kalimotxo. ¡Hasta se puede tomar café de máquina o comerse un donuts!

Ayer, unos 250 comensales dieron buena cuenta del menú a base de 50 kilos de potro ecológico para los carnívoros o de pudin de verduras para los vegetarianos, todo regado con vino también ecológico de Eskuernaga. Por la noche, las que tuvieron cena fueron las txosneras. Y hoy, les toca el turno a los más jóvenes, en el Gazte Eguna. «Serán unos cien. Es una comida bastante graciosa, por cómo vienen y cómo van», sonríe Manu.

El ajetreo en el recinto sigue y no para. «Esto es como una espiral de violencia», resume este coordinador. Y es que el mundo txosnero es muy duro, sobre todo para el que está tras la barra, y más para el que dobla turnos.

En el zoco, kebah como Alá manda

Los rincones festivos donde no perderse, sino encontrarse, los hay y para todos los gustos. Están, cómo no, las txosnas, está la obligada visita al Matxete, donde a partir de las ocho de la tarde no cabe un alfiler, está el ambiente matutino con sabor a pelota y herri kirolak de la plaza de los Fueros, ésa de la que sus diseñadores dijeron que esta plaza sólo tiene sentido llena de gente... Y está el zoco árabe. En la plaza de Conde de Peñaflorida, los aromas a especies y productos que llevarse a la boca inundan los sentidos de quien se acerca a este espacio donde, de verdad, uno puede probar un kebah auténtico, como Alá manda. Una haima impresionante da paso a todo un despliegue de pequeñas tiendas donde dirigirse en busca de cuero, bisutería, suaves prendas de vestir, adornos, pero también donde se sirve desde los citados kebahs, al cus cus, pinchos morunos o keftas. Y hacerlo sentados bajo la gratificante sombra de una haima, mientras se saborea un té calentito. Público de todas las edades se daba cita ayer, ya casi a la hora de comer, curioseando entre los puestos, probando algún pastel, ojeando las especias, haciendo acopio de golosinas, probando unas patatas asadas, haciéndose con algún talismán... ¡O poner tu nombre en árabe por un euro! Un verdadero zoco trasladado hasta La Blanca en donde no falta la música ni los bailes. Tres bailarinas, o mejor dicho, los golpes secos de cadera de las tres bailarinas dislocan más de una mirada -cada mañana a las 13.30-. Y, por si fuera poco, Milena y Gisela, dos de ellas, se cuelgan al cuello sendas pitones, de nombre Anubis y Gaiza, mientras contorsionan sus cuerpos. J.V.

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