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Floren Aoiz www.elomendia.com

Detener, detener, detener...

 

Si no fuera algo tan serio, habría titulado esta columna «Detenerrr, detenerrr, detenerrr» y habría descrito a un Rubalcaba disfrazado de King Africa, interpretando una especie de canción del verano, el hit-parade de la moda represiva españolista. Pero la voz que pronunció estas palabras no llega del mundo de la «música ligera» sino de lo más profundo de las cloacas del Estado. No he estado, que yo sepa, en ningún lugar por el que haya pasado inmediatamente antes Rubalcaba, así que no puedo decir aquello de «huele a azufre», como Chávez al hablar después de Bush en la tribuna de la ONU. Pero puedo imaginarme la pestilencia. Y es que son muchos años de arrastrarse por esas cloacas, haciendo todo tipo de asquerosidades. ¡Quién sabe en qué recoveco del entramado de desagües perdió sus escrúpulos, si es que los tuvo alguna vez! Es lo que tiene servir a un Estado que se vanagloria de haber pasado de dictadura a «democracia» sin despedir (no digamos ya juzgar) a ninguno de sus policías, jueces y demás servidores. Con transiciones así se asegura que la flora y fauna cloacal siga bien alimentada y hay quien, como Rubalcaba, se encuentra en ese ecosistema como en su propia casa.

De ese nauseabundo submundo llegaban los ecos de la llamada a la enésima guerra santa contra los enésimos enemigos de España. Detener, detener, detener. Sin duda una estrategia elaboradísima, propia de genios del maquiavelismo. Me pregunto a cuántos sabios habrán consultado para llegar a tal conclusión. ¡Tanta tontería posmoderna, tanta tecnología, tan preclara mente en el Ministerio de Interior y lo único que se les ocurre es lo mismo que decían los ministros de Franco!

Hay que reconocer que los españoles detener vascos sí que saben. De tanto hacerlo les sale casi sin esforzarse. De hecho, se nota que lo echaban en falta. Algunos sienten sudores fríos al imaginar que habrá un día en que no podrán reventar puertas y arruinar vidas conduciendo a las personas detenidas a su españolísima versión del infierno. Por otra parte, en este terreno, el liderazgo español es mundialmente famoso; son muchos siglos de Cruzada, Inquisición y autos de fe.

Pero si algo caracteriza a los nacionalistas españoles es su obsesión por detener ¡el curso de la historia! Ahí ha saltado a la luz del sol el subconsciente rubalcabil. Detener personas, claro, pero para detener la historia. Para evitar que la vida siga su curso y termine la abominable imposición española sobre el pueblo vasco. Rubalcaba quiere detener, sí, quiere detener a gente y quiere, sobre todo, detener el proceso que viene. Quiere detener las agujas del reloj. Quiere parar el mundo para congelarlo en su estado actual. Supongo que la permanencia continuada en las cloacas desarrolla algunos instintos especiales. Las ratas son conocidas por algunos de ellos. ¿Será por eso que Rubalcaba percibe que su tiempo se acaba? ¿Por eso quiere detenerlo? Me temo que su fracaso está asegurado gracias a la voluntad de la sociedad vasca y la apuesta de diversos agentes, especialmente la izquierda abertzale. Por suerte, en nuestro país huele a esperanza, no a detritus y ni siquiera Rubalcaba va a ser capaz de apestar nuestro futuro.

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