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Raimundo Fitero

Costumbrismo ancestral

Lo dijo un presentador de un noticiario de una cadena estatal en el día que se esperaba la llegada de Michelle Obama y su hija pequeña a un lugar de la provincia de Málaga: «esto es de Berlanga». Le salió de dentro, sentía una especie de vergüenza ajena, se mostraba a las claras la dependencia informativa, la sumisión ante la llegada de un personaje público por vía matrimonial, pero que en primer lugar provocó una guerra de lindes, porque el hotel donde reside la señora Obama no está en el término municipal de Marbella, aunque en esta ciudad cuna de tantas corrupciones se colocara un cartel inmenso dándole la bienvenida, sino en Benahavís. Y han salido por todas las pantallas autoridades y vecinos reivindicando esta situación.

Pero lo realmente grave estaba por llegar. Si lo único importante que se señalaba en los días previos, sobre lo que se iba a gastar, lo que significaba como inversión turística, unos cálculos absolutamente aleatorios y descabellados, una vez la mujer y su hija en Andalucía, empezó el recital de tópicos, de costumbrismo ancestral, carpetovetónico, la ridiculez, el recibimiento tan pueblerino, el paletismo elevado al cubo, la pandereta, el jipío barato, turístico, de burle, algo que parece increíble de concebir sino se estuviera viendo en cada entrega de los informativos de las televisiones.

Obviamente, es cierto, todo es un buen detalle, propicia el turismo, pero de ahí a que se abran telediarios con esta información y se coloquen cerca de quince minutos para decirnos que había comido gazpacho, o unos helados, que se habían agotado las ropas en la tienda que visitó o que en Sacromonte se arrancó a tocar palmas en una fiesta flamenca que le montaron, y se nos monta una reproducción absolutamente demencial de un grupo de artistas contando lo que le cantaron. Imágenes de otros tiempos. O peor todavía, certificación del retraso total, de la sumisión. Y los medios de comunicación han entrado al trapo de manera insufrible. Los días más berlanguianos de nuestra vida televisiva, en vivo y en directo a través de los noticiarios, que es un lugar que deberían respetar los editores y directores de las cadenas.

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