El mundial de fútbol pasó por mi vida como un fantasma de otro mundo. Me daba igual quien ganara o perdiera. Sin embargo, el tema de la «Roja» y esa explosión propagandística de la bandera española los viví como pesadilla que, además de aburrir, ofendía por lo que suponía de apología del nacionalismo español. Una exaltación excluyente que traspasó la euforia deportiva y se reivindicó en el terreno político imponiendo el triunfo de la «Roja» como un orgullo patrio. Hoy y mañana la selección española de baloncesto jugará en Gasteiz el Torneo Internacional, previo al mundial de Turquía. El Gobierno de López, antes de Sudáfrica, intentó montar en Gasteiz un partido internacional con la selección de fútbol y, al no lograrlo, como hay que traer una selección, la que sea, para «normalizar» Euskal Herria, se ha decantado por la de baloncesto, que es un deporte puntero en Gasteiz. Es lógico pensar que la organización del torneo cuenta con la aprobación del Baskonia. En los partidos que este club ha jugado con el Maccabi de Tel Aviv, la directiva ha llegado a prohibir a los espectadores entrar en el Buesa Arena con cualquier símbolo de solidaridad con Palestina, incluido el pañuelo. Se me ocurre alguna pregunta. ¿Molestará la ikurriña en el Buesa Arena? ¿Tan sugerentes son los convenios del Baskonia con las instituciones como para imponer, en plenas fiestas de La Blanca, un torneo de la selección española? ¿Tantas ventajas económicas supone para la dirección del club olvidar que este país se llama Euskal Herria y lucha por una selección propia?