Rusia sufre desde principios de esta temporada estival la peor ola de incendios de su historia, debido a una ola de calor que ha dejado temperaturas de hasta 35 grados en la capital, Moscú.

Las autoridades volvieron ayer a pedir la ayuda de voluntarios, tras desplazar los misiles desde los depósitos de la región de Moscú a sitios más seguros y controlar las zonas con riesgo nuclear. Es el caso de la región de Briansk, donde el suelo y las plantas están contaminadas por la explosión de una central nuclear en Chernovil en 1986.

Según el Ministerio de Situaciones de Emergencia, la situación sigue siendo complicada en las regiones de Nijni-Novgorod y Moscú.

La ola de calor y los incendios, cuyo fin ya parece difícil de aventurar, también han afectado a Moscú, que ayer volvió a sufrir el humo de la turba quemada, que reduce la visibilidad y dificulta la respiración.

En total, 471 personas han recibido asistencia médica, de las cuales 72 han sido hospitalizadas. La cifra oficial de víctimas de estos incendios asciende ya a 52. Mientras, el presidente de Rusia, Dmitri Medvedev, pide «paciencia» a sus ciudadanos.