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Maite Ubiria Periodista

La Guerra Fría y las catástrofes ecológicas

No hace mucho la imagen de una entrega de espías en el aeropuerto de Viena nos devolvió, por un instante, a los tiempos de la Guerra Fría. Sin embargo, visto el diferente tratamiento informativo que han merecido tres graves agresiones al medio ambiente que salpican esta yerma actualidad estival me ha parecido descubrir a esa legión de agentes dobles que poblaba, al menos en la gran pantalla, aquel Berlín de penumbras.

Petroleo, fuego y basura. La batalla de una empresa delincuente, la BP, para controlar el vertido más devastador, se describe con lujo de detalles, insistiendo en la pericia tecnológica.

Tras 89 días derramando crudo al Golfo de México, la válvula de sellado funciona, lo que permite a la petrolera dar por finalizado oficialmente el vertido, aunque bajo la superficie el panorama siga siendo desolador, aunque las consecuencias de su fechoría tardarán décadas en borrarse. La imagen de una primera dama carcajeante, de turismo por el sur peninsular, es el mejor spot de la felicidad. El peligro ha pasado. El mundo libre puede respirar tranquilo.

En Rusia, el fuego devora a su paso millares de hectáreas. La crónica informativa, en este caso, no da cuenta de la heroicidad de los bomberos, los policías o los militares. Ésta no es una película del 11-S. En Rusia las imágenes nos presentan a ciudadanos sin esperanza, desolados ante la magnitud de su infortunio. Donde hubo un pueblo que se liberó a fuego y sangre del nazismo, las agencias hoy sólo nos descubren víctimas de la desesperación.

La gigantesca presa de Tres Gargantas elevada por China para contener la furia del Yangtzé despide un hedor pestilente. No cabe el elogio a la gesta de la ingeniería moderna cuando la basura se agolpa a las espuertas, en promesa de nuevos desastres. Nueva crónica de impotencia, aderezada, esta vez, de una queja ciertamente desconcertante: en un país de 1.600 millones de habitantes se alega hoy como problema aparentemente insuperable de cara a poner coto a la corriente de inmundicia... la falta de mano de obra.

Definitivamente ni la imagen de Viena resulta tan añeja ni la Guerra Fría ha terminado. No mientras presumamos de que el otro lado del Telón, tierra de eterna amenaza, es un lugar oscuro donde sólo hay lugar para las lágrimas y las privaciones.

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