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Raimundo Fitero

Medio pelo

Según el Centro de Investigaciones Sociológicas, conocido como CIS, en los resultados de la última encuesta estacional, la «clase política", es vista por un porcentaje muy amplio de los encuestados como un problema. Dicen en ese barómetro de junio 2010, refiriéndose al Estado español, que es considerado como el tercer problema, lo que no deja de ser un dato a tener en cuenta. Es más, en ese mismo barómetro se demuestra que ninguno de los líderes políticos, de todos los partidos representados en el parlamento español, superó el aprobado, pero que ninguno llegue siquiera a un cuatro en una valoración de diez. Estos resultados analizados por los tertulianos nocturnos de las televisiones es una mortificación.

En medio de estos datos, aparece un político de trayectoria tan excelsa como Antonio Basagoiti, y declara que «sobran políticos de medio pelo», y se refiere directamente a Iñaki Anasagasti. O sea, no se trata de un pensamiento, ni de una declaración positiva en busca de una regeneración de la vida pública, sino de un chiste malo, sobre un asunto que no debería hacerse chistes, como no se puede decir de Antonio nada porque lleve una gafas que le dan un aire del tópico repelente de clase, y cosas por el estilo. Este es el nivel medio, en esas frases hechas, eslóganes, lugares comunes, tópicos sencillos, consignas de baja entidad es como se está trabando parte del futuro político.

La sensación de la ciudadanía de estar ante unos políticos que son un problema es algo lógico, pero un asunto que se debe tratar con cuidado porque puede ser una manera de enrocarse todavía más, de dar por cerrado el ciclo democrático, de la devaluación de la vida política, es decir, la anulación de una idea democrática del ejercicio de la política como un bien, y no solamente como un oficio, un espacio de impunidad, un nido de corruptos, ineptos y paniaguados. Lo que abunda, y el dúo gobernante en Euskal Herria es una muestra irrefutable, son los políticos de medio pelo. Y que lo parece imitarse y puede llegar con diferentes camuflajes es el modelo Berlusconi, un populismo resultadista, como de consejo de administración de una sociedad secreta.

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