«EEUU no lucha en Yemen contra Al-Qaeda, sino contra la democracia»
Nacido en Etiopía, Mohamed Hassan participó en los movimientos estudiantiles en el marco de la revolución socialista de 1974 en su país. Estudió Ciencias Políticas en Egipto y trabajó como diplomático en Washington, Beijing y Bruselas. Coautor de la obra «Irak sous l´occupation» (EPO, 2003), es un reputado conocedor del mundo árabe y musulmán.
Gregoire LALIEU | Michel COLLON
Un pantalón se incendia cerca de Detroit y llueven misiles en Yemen: ¿efecto mariposa? Para Mohamed Hassan la amenaza terrorista es un pretexto: EEUU está luchando contra la democracia en el Golfo para conservar el control del petróleo.
Yemen ha saltado a las portadas desde el atentado fallido del avión Amsterdam-Detroit: ¿Cómo este país, aliado de EEUU, se ha podido convertir en un refugio para Al-Qaeda?
Es un fenómeno que se repite: cada vez que un régimen apoyado por EEUU está amenazado aparecen terroristas. En el caso de los países musulmanes, Al-Qaeda. Este grupo aparece ahí donde unos movimientos nacionalistas o antiimperialistas hacen tambalearse a gobiernos títeres apoyados por EEUU. Es lo que ocurre hoy en Yemen.
¿Por qué Yemen se ha vuelto tan importante para EEUU?
El presidente de Yemen, Ali Abdullah Saleh, lleva treinta años en el poder. Su régimen es corrupto, pero está alineado con la política de EEUU. Un grupo de resistentes en el norte del país y de separatistas en el sur amenazan la estabilidad del país. Si un movimiento revolucionario derroca a Saleh, esto podría tener un impacto en toda la región, particularmente en el régimen feudal de Arabia Saudí.
¿Quiénes son estos resistentes del norte del país?
Desde hace varios años el Gobierno se enfrenta a la resistencia armada de los hutis, que toman su nombre del fundador de este movimiento, Hussein al-Huti. Murió en combate hace cuatro años y su hermano tomó el relevo. Al igual que la mayoría de los yemeníes en el norte, los hutis son zaydíes. El zaydismo es una rama del chiísmo.
El propio presidente Saleh es zaydí, pero los hutis no reconocen su autoridad. Yemen es un país muy pobre y sólo un puñado de personas del entorno del presidente se beneficia de las pocas riquezas. Los hutis interpelaron al Gobierno acerca del subdesarrollo de la región. Pero Saleh no respondió a sus llamamientos. Emprendieron una lucha armada. Su bastión es Saada. En esta ciudad se instaló hace más de diez siglos el fundador del zaydismo yemení.
El Gobierno acusa a Irán de apoyar a los rebeldes ...
Esta acusación es falsa. Irán es un país de mayoría chií, pero los zaydíes de Yemen, por su manera de rezar y por muchas otras cosas, en realidad son más cercanos a los sunníes. Si la resistencia yemení tiene suficientes armas para seguir el combate durante los próximos diez años es porque se beneficia de la ayuda de una parte del Ejército yemení. Muchos de los soldados y oficiales también son zaydíes y ven que sus hermanos sufren. Algunos incluso se unen a la resistencia.
El presidente tiene que movilizar a sunníes oportunistas en el seno del Ejército para luchar contra la resistencia en el norte.
¡Y el sur pide la secesión! Parece que el presidente está en una mala posición...
El actual Yemen nació de la fusión en 1990 de la República Democrática Popular de Yemen del Sur y de la República Árabe de Yemen del Norte.
La creación de Yemen del Norte se remonta a más de diez siglos antes de la llegada de los zaydíes a Saada. Pero en 1962 estalla una revolución para derrocar al régimen feudal. Nasser, el presidente egipcio panarabista, apoya al movimiento revolucionario. EEUU, Gran Bretaña, Arabia Saudí y el sha de Irán envían mercenarios para socorrer al antiguo régimen feudal y debilitar a Nasser.
El Gobierno republicano no es derrotado pero sale muy debilitado. Aunque el imán-rey huyó a Arabia Saudí, una gran parte de Yemen del Norte continúa en una situación feudal.
¿Y en el sur?
Yemen del Sur tuvo un recorrido diferente. Lo colonizaron los británicos para bloquear la expansión de los franceses, que se habían apropiado de Djibuti, y de los rusos, que se extendían hasta Asia central. Pero también se trataba de mantener el dominio británico en el Golfo Arábigo y en el paso estratégico de Ormuz. Gran Bretaña construyó la ciudad portuaria de Adén. Se podría decir que era el Hong Kong o el Macao de la época.
La pirámide social respondía al clásico esquema colonial: los británicos presidían en la cima y a continuación venían las comunidades somalíes e indias que constituían una especie de tampón con la última clase, los yemeníes, una estrategia clásica. Todas la personas a las que Gran Bretaña consideraba peligrosas en sus colonias indias (nacionalistas o comunistas) eran enviadas al exilio en Adén.
Como hemos visto en Somalia, ¿estos presos políticos van a influir en el curso de la historia en la región?
Exactamente. En 1967 unos movimientos independentistas hacen huir a los colonos británicos y dos años después nace la República Democrática Popular de Yemen. La gobierna el Partido Socialista, una coalición de elementos progresistas: comunistas, nacionalistas, liberales, baazistas oriundos de Siria o Irak...
Yemen del Sur se convierte entonces en el Estado árabe más progresista de la región y conoce sus mejores años con una reforma agraria, igualdad entre los sexos, etc. Sin embargo, el Partido Socialista es una amalgama en la que las contradicciones no tardan en estallar y desembocan en una guerra interna abierta, ¡literalmente, sus miembros se matan entre sí! El partido conocerá entonces tres sangrientas revoluciones internas y la última será fatal. La mayoría de los cuadros ideológicos son asesinados y el ala más liberal se impone.
Entonces, ¿por qué hay que esperar hasta 1990 para que se unan el norte y el sur?
En el norte el Estado era muy débil desde la guerra. Estaba dirigido por unos liberales desprovistos de ideas verdaderamente revolucionarias y controlados por los países del Golfo, sobre todo, Arabia Saudí. El vecino saudí proporcionaba armas y dinero a la clase feudal para debilitar al Gobierno central. Un Yemen del Norte tribalizado era más fácil de controlar. El sur se había convertido en un bastión de las ideas progresistas. En plena Guerra Fría era considerado un enemigo de la región y había que situarlo en cuarentena. Pero en 1990 las cosas habían cambiado. La Unión Soviética se había desmoronado. Además, el Partido Socialista Yemení ya no representaba una gran amenaza. Por consiguiente, la reunificación ya no presentaba un gran peligro para los países de la región y para los intereses estratégicos occidentales. Saleh, que ya era presidente de la República Árabe de Yemen desde 1978, dirige desde entonces el país.
En 1990 Yemen es el único país junto con Cuba que se opone a la guerra en Irak. Veinte años después, Saleh se ha situado al lado de EEUU en su guerra contra el terrorismo. ¿Cómo explica usted este cambio?
La oposición a la guerra de Irak no fue fruto de la política de Saleh, sino de los miembros del Partido Socialista Yemení que ocupaban algunos puestos clave. Arabia Saudí, fiel aliado de EEUU, hizo pagar muy caro a Yemen esta toma de postura. Expulsó a un millón de trabajadores yemeníes que se beneficiaban de un estatuto especial para trabajar libremente al otro lado de la frontera. Esto provocó una grave crisis económica al tiempo que enviaba una señal al presidente Saleh. Éste revisó su política para convertirse gradualmente en la marioneta del imperialismo estadounidense que conocemos hoy.
¿Y los elementos progresistas del sur dejaron hacer?
La reunificación supuso una gran decepción para los dirigentes del sur. Se lanzaron a este proceso sin una verdadera estrategia. Por consiguiente, el centro de poder gravitaba al norte. El régimen estaba corrompido, la expulsión de los yemeníes de Arabia Saudí provocó una grave crisis y la situación económica se deterioró.
Todos estos factores llevaron al sur a pedir la secesión. Los separatistas estaban apoyados por Arabia Saudí que prefería ver un vecino dividido y débil. En primer lugar, porque mantenía discusiones con su vecino sobre el trazado de la frontera: en efecto Yemen reclamaba unos terrenos situados en Arabia Saudí. A continuación, porque un Yemen unido con unos buenos dirigentes podría traer problemas a las clases feudales de los países del Golfo.
Finalmente estas tensiones entre el norte y el sur desembocaron en un conflicto. El presidente, de confesión zaydí, movilizó a la población del norte y a una gran franja del Ejército en torno a sus convicciones religiosas para luchar contra el sur de mayoría sunní. Los separatistas fueron vencidos.
Quince años después el sur vuelve a pedir la separación. ¿Cree usted que esta vez Saleh saldrá tan bien parado?
No, evidentemente. Saleh tiene que hacer frente a problemas por todas partes. El sur vuelve a reclamar un reparto equitativo del poder después de que este Gobierno corrupto haya devuelto al país a un estado feudal. La situación no es aceptable para los yemeníes del sur. Pero tampoco lo es para los hutis al norte. Y en este caso el presidente ya no puede movilizar a una gran parte de la población y del Ejército en torno a sus convicciones religiosas, ¡los hutis también son zaydíes! La resistencia huti ha permitido poner al desnudo la verdadera política de este gobierno como no habría podido hacerlo ninguna estrategia en tan poco tiempo.