«Nadie se cree que el futuro de Urdaibai sea el turismo»
Agustín GOIKOETXEA |
Jesús María Ziluaga mira al futuro pero no olvida las tareas pendientes de resolver, especialmente en el relanzamiento socioeconómico de Busturialdea.
En tres años de mandato parecen haber resuelto la problemática de las casas de Laida, ¿cómo ha sido posible?
Se empieza a vislumbrar el final después de años. Este asunto se remonta al franquismo, a 1969. Después de una sentencia anulando la licencia, la aprobación de las Normas Subsidiarias permite legalizar ciertas situaciones pero aún quedan puntos críticos, como el exceso edificatorio. En el camino quedan dos alcaldes inhabilitados e innumerables parones y arrancadas.
El planteamiento que hicimos fue: Han pasado 30 años de conflicto y preocupaciones, por una licencia mal concedida. Tenemos y queremos cumplir la ley, tenemos una sentencia que nos lo dice. Es ahí donde planteamos legalizar las casas y demoler la estructura de hormigón recuperando el valor paisajístico. El tribunal aceptó nuestra propuesta, aunque dejando las casas fuera de ordenación. Somos conscientes de que estéticamente las casas adolecen de todo lo imaginable, pero en su momento cumplía el plan comarcal. Era muy difícil pues reparar el mal estético a posteriori, sin una solución dramática de demolición de los apartamentos. Esta sentencia es firme por lo que en los próximos seis meses deberemos de afrontar la demolición del «mamotreto».
¿Y la de Elizalde-42?
El caso es diferente en sus inicios, se remonta a hace 15 años. Una sentencia de 2000 anula la licencia de 1996 y un auto posterior es demoledor: «Antes de procederse a la demolición parcial o total del edificio, se acuerda oír a las partes para restaurar la legalidad». La situación es crítica, puesto que el tribunal le dice a ese ayuntamiento que ha incumplido su propia legalidad. En este caso, hemos presentado una propuesta en ejecución de sentencia abordando los tres incumplimientos: Para el exceso de volumen, planteamos rellenar la superficie hasta convertirla en sótano, cambiamos la entrada del garaje para cumplir el nivel de rasante y, en el tercer caso, planteamos al tribunal que se tenga en cuenta la desproporción de echar una casa que en vez de estar a 10 metros está a 9.29; es decir, un incumplimiento de 70 centímetros.
El tribunal ha aceptado pero dejando la casa fuera de ordenación. Este auto es recurrible por lo que hay que ser prudentes, pero apunta en una dirección que nos parece la mejor para encarrilar este caso, por que hay familias pasándolo realmente mal, por el riesgo de derribo.
Sus predecesores dejaron enquistados estos asuntos. ¿Ha sido necesario mucho ingenio?
No me gusta mirar para atrás, ni criticar a mis antecesores. Lo que sí puedo decir es que para resolver los problemas hay que afrontarlos con honestidad y velando por el interés público. Indudablemente, detrás de unos buenos servicios jurídicos y técnicos, tiene que haber una dirección política que les diga que hay que resolver las situaciones en un sentido u otro. Al Consistorio le toca intentar arreglar los problemas, no crearlos.
Hay quien insiste en que las ilegalidades en Urdaibai no tienen freno, ¿qué les diría?
Pues que denuncien esas situaciones donde deban de hacerlo y con fundamento, pero sin hacer demagogia con afán de protagonismo, porque son malos compañeros de viaje de la verdad y de los movimientos sociales y ecologistas.
El problema de Urdaibai no es un tema puntual de infracción urbanística, sino de la presión urbanística a la que está sometida por intereses privados. Se ha dado un crecimiento más bien ligado a la segunda residencia con una falta de planificación bestial, primando los intereses de los constructores por encima de intereses y necesidades del propio pueblo. Se han creado isletas urbanísticas mal planificadas y sin servicios y, por el contrario, se ha procedido a un marcaje estrecho a los baserritarras y a sus caseríos, que son a la postre los que han hecho de Urdaibai lo que es.
Habla de que el Consistorio vela porque la legalidad se cumpla. Los intereses económicos son importantes. ¿Es posible un cambio para respaldar a otros intereses que los públicos?
Somos conscientes de que nuestra labor no gusta en determinados ámbitos especulativos, pero nuestra guía es la honestidad y el interés público. Somos independientes de los poderes económicos, gente del pueblo cuyo único interés es que las personas de Ibarrangelu vivan mejor. Detrás nuestro está la gente del pueblo, apoyándonos.
¿Es viable edificar más? ¿En qué condiciones?
Las personas hacen los pueblos y no el ladrillo. Hay que edificar para responder a la demanda de la juventud y de la gente que quiera vivir en el pueblo, para que no se tengan que marchar de Ibarrangelu, para que sus familias crezcan en el pueblo con una calidad de vida buena y sana. Un urbanismo bien planificado y controlado. Ahora bien, el modelo de desarrollo que hemos tenido no es el más adecuado. Casas adosadas de 60 o 70 millones, ¿quién compra eso? Necesitamos un buen Plan General para construir una Ibarrangelu que cuide a su gente, que prevea servicios e infraestructuras para convivir y que irremediablemente tenga que cuidar el medio en el que vivimos que a nivel de biodiversidad es insuperable.
¿Se pueden conjugar los intereses turísticos con un desarrollo armónico de Urdaibai.
Nadie se cree que el turismo sea el futuro de Urdaibai. Hay un debate muy interesante, que esperemos que termine en algo real. Llevamos años con un Urdaibai paralizado a nivel de inversiones por falta de consenso institucional. El Plan de Protección sirvió para frenar intereses urbanísticos pero se hace necesario su desarrollo socioeconómico y eso quiere decir poner financiación. Hay que aprovechar el debate que se está suscitando y llegar a acuerdos para un desarrollo que siempre tiene que ser sostenible.
El turismo, con museos o sin museo, será un sector que tendrá su importancia, pero también es apremiante invertir en Busturialdea, desarrollar infraestructuras, impulsar el desarrollo de nuevas tecnologías y de energías renovables, poner las bases para activar la industria a medio plazo con partidas presupuestarias y lo más importante, hemos sido baserritarras, forma parte de nuestra identidad y de nuestra economía, sin apoyarles con medidas concretas, no hay Reserva de la Biosfera que valga.
Vinculado de «toda la vida» a movimientos sociales, Ziluaga, integrante de la candidatura Armendu, hace un hueco en sus obligaciones como alcalde y comerciante para explicar, por ejemplo, cómo su equipo ha logrado desbloquear dos conflictos urbanísticos enquistados durante varias décadas.
«El problema de Urdaibai no es un tema puntual de infracción urbanística, sino de la presión urbanística a la que está sometida por intereses privados»